lunes, 14 de marzo de 2011

239.

Sobre la instrucción pública
III

Había, pues, en aquellos tiempos una especie de acuerdo sobre los valores comunes. Todo aquello desapareció cuando la ingeniería socialista transmutó los cimientos de un edificio erigido durante siglos. El problema con los nuevos alumnos era que todo aquel entramado les resultaba totalmente ajeno y, por ajeno, despreciable. De nada servía tu pundonor porque ellos no saben lo que es eso. Con todo, este estado no hubiera sido grave si se te hubiera encomendado la labor de convertirlos a tu causa. Pero de nada servía tu exigencia en la labor porque ahora ya no se te pedía ser un sabio ni un modelo, sino un comisario político ahíto de ideología y un asistente social. Y ellos lo sabían porque desde las Asociaciones de Padres, las autoridades docentes, el medio ambiente social y los medios de comunicación los habían puesto al día. Por lo tanto, acudían a clase con la mentalidad del demandante de subvenciones o de servicios sociales (sólo derechos exigidos con altivez y nada de obligaciones), no a empaparse de unos valores y unos saberes destilados desde milenios.

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