sábado, 12 de marzo de 2011

237.

Sobre la instrucción pública
I

Uno de los más graves defectos del socialismo es que lucha por destruir los viejos valores para imponer los suyos bajo la máscara del progreso. Al final, logran, efectivamente, acabar con los valores tradicionales, pero no logran imponer los suyos porque arrastran los socialistas el pecado original de sus profetas: el ignorar la auténtica faz de la naturaleza humana. Y ese desconocimiento, con su proverbial altivez lleva paralelo el desprecio. No advierten que los valores de siempre tienen tras de sí la experiencia de miles de generaciones sobreviviendo en la hostilidad de la vida y ese acervo decantado les otorga una validez que mentes menos obtusas aprecian y acatan. Al final, las sociedades donde la mentalidad socialista ha triunfado son colectividades donde la inevitable corrupción es mayor, donde las mentes carecen de norte y el camino a los nuevos bárbaros está expedito, porque, al final, todos queremos puertos donde sentirnos seguros. Todas estas reflexiones te vienen a la mente cuando recuerdas cómo eran tus clases.

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