viernes, 4 de marzo de 2011

229.

Más citas extraídas del libro de Marcel Bataillon:
Es imposible comprender la fuerte corriente de libertad religiosa que atraviesa a la España de Carlos V y Felipe II si antes no se ha medido la potencia de la ola erasmiana que se vuelca sobre el país entre 1527 y 1533. El erasmismo español es primeramente, durante esos años decisivos, una acción militante llevada a acabo por una minoría, acción de la cual vamos a tratar de fijarnos en unos aspectos; es también la impregnación del mundo de los letrados y de los humanistas por el pensamiento religioso de Erasmo; es, por último, una amplia vulgarización de este pensamiento por las traducciones (p. 313)

Pero el erasmismo –nunca se insistirá en esto lo bastante- fue algo muy distinto de un simple movimiento de protesta contra los “abusos” de un clero indigno y unos frailes ignorantes. Fue un movimiento positivo de renovación espiritual, un esfuerzo de cultural intelectual dominado por un ideal de piedad (p. 339).

Rodrigo Manrique, hijo del Inquisidor General, se encuentra en París y a fines del año 1533 escribe a su maestro Luis Vives estas reflexiones llenas de actualidad: “Cuando considero la distinción de su espíritu, su erudición superior y (lo que cuenta más) su conducta irreprochable, me cuesta mucho trabajo creer que se pueda hacer algún mal a este hombre excelente. Pero, reconociendo en esto la intervención de calumniadores desvergonzadísimos, tiemblo, sobre todo si ha caído en manos de individuos indignos e incultos que odian a los hombres de valor, que creen llevar a cabo una buena obra, una obra piadosa, haciendo desaparecer a los sabios por una simple palabra, o por un chiste. Dices muy bien: nuestra patria es una tierra de envidia y soberbia; y puedes agregar: de barbarie. En efecto, cada vez resulta más evidente que ya nadie podrá cultivar medianamente las buenas letras en España sin que al punto se descubra en él un cúmulo de herejías, de errores, de taras judaicas. De tal manera es esto, que se ha impuesto silencio a los doctos; y a aquellos que corrían al llamado de la erudición, se les ha inspirado, como tú dices, un terror enorme. Pero ¿para qué te hago toda esta relación? El pariente de quien antes te hablaba me ha contado que en Alcalá —donde él ha pasado varios años— se hacen esfuerzos por extirpar completamente el estudio del griego, cosa que muchos, por otra parte, se han propuesto hacer aquí en París. Quiénes sean los que emprenden esa tarea en España, tomando el partido de la ignorancia, es cosa fácil de adivinar...” (p. 490).

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