viernes, 28 de mayo de 2010

45.

Había entre los libros de tu padre un par de tomos con ribetes dorados en los que el nombre de Stefan Zweig se destacaba exótico. Uno de ellos estaba dedicado a algunas de sus obras de ficción. El otro contenía ensayos sobre escritores, una biografía sobre la reina mártir María Antonieta y un libro titulado Momentos estelares de la humanidad, o algo así. La editorial te parece recordar que era Juventud, nombre que enfila su sendero y sus aromas hacia tu adolescencia. Cuando leíste el capítulo dedicado a la caída de Constantinopla en 1453 quedaste hechizado. Te atrapó esa otra manera de expresión de lo helénico, donde la lengua que adorabas se llenaba de contenidos más familiares a la cultura en la que te habías criado. La descripción del asedio a manos de Mehmet II, la angustia de los sitiados y la atmósfera de muerte entre estertores de dignidad te sedujeron. Tanto que desde ese instante el sortilegio de Bizancio encantó tu alma y a él le dedicaste tiempo y esfuerzos hasta desembocar en una traducción premiada de una de sus obras cumbres (La Alexíada de la princesa Ana Comnena) y una tesis doctoral, también premiada, en la que pretendiste ver la pervivencia de lo más esencialmente griego en la médula del Imperio Oriental. Durante mucho años, recordaste que un día como hoy, un 28 de mayo, la perla de la Cristiandad oriental, la cámara donde se guardaban en tus amadas letras griegas el espíritu y el ser de una cultura casi tres veces milenaria fue tomada, incendiada y saqueada por alguien con más vitalidad. En algunos momentos sentiste rabia. Pero es la ley de la vida. Le había llegado su momento y la incuria de los hermanos occidentales, las siempre humanas rencillas civiles, el agotamiento de un milenio se conjuraron en un final inevitable. Recuerdas el final de aquella cultura cuando ya la conoces mucho mejor que la conocías durante aquellos lejanos años de tu adolescencia, cuando ya sientes su fervor más calmado, su marea más reposada en tu corazón y su valoración como cultura más equilibrada. Con todo, este 28 de mayo revives aquellos años en los que la llegada de esta fecha te hacía volver la mirada hacia aquellas palabras escritas por Stefan Zweig, cuya potencia te marcaron durante muchos, muchos años.

jueves, 27 de mayo de 2010

44.

Saqueas a veces los catálogos de las editoriales en busca de autores japoneses. A veces estás tan cansado de la decadencia de Occidente y sus fantasmas, que prefieres la actitud reposada ante el desastre de los hijos de Amaterasu. En esta labor hallaste a Akiko Yosano (1878-1942). Las notas biográficas de la contraportada te aclaran que fue una especie de feminista en su época, que no le apetecían las erupciones militaristas del Japón imperial y que revolucionó el mundo poético de su nación con un libro denominado Mideragami (Pelo revuelto). Poco te interesa esa faceta política de la autora. Más te atraen sus versos, llenos de ese espíritu japonés, melancolía y suavidad, calma y resignación, naturaleza y paganismo. Poemas llenos de una pasión de hierro en versos de seda: ¿qué ser humano / podría castigarme? /¿no es la blancura de mi brazo, / que acogió su cabeza, / digna de un dios? Otro: cuando ella intenta / golpear a su amado, / alza su manga de tal modo / que su gesto parece / el de una danza. Y brota el alma japonesa en toda plenitud: aquí estoy / con diecinueve años, / y ya blanquean las violetas / y se ha agotado el agua… / todo parece efímero... Una vez más, la traducción te llega como una triste sombra del original. Y no es culpa de los traductores. Su drama es el drama de todo aquel que empeña su vida en pasar palabras de una lengua a otra. Y más drama es aún en la poesía, donde el contenido es una parte proporcionalmente igual a la forma, si no es menor No sabes japonés, aunque bien te gustaría, y los versos de Yosano se te quedan en el inicio del paladar, sin llegar a saciar el hambre de belleza.

Akiko Yosano, Poeta de la pasión, trad. de José María Bermejo y Teresa Herrero, Madrid, Hiperión, 2007. Los poemas citados aparecen, respectivamente, en las páginas 57, 90 y 70.

miércoles, 26 de mayo de 2010

43.

Estuviste en coma durante dos meses. A lo largo de todo ese tiempo, los médicos y los enfermeros te clavaron agujas, te horadaron con tubos, asaltaron cada orificio de tu cuerpo con la panoplia completa de esa especie de salvífico instrumental de tortura que es el aparataje hospitalario. Sufriste, te dijeron, tremendos dolores en algunos momentos críticos y te provocaron mil y un padecimientos aparte de los que tu enfermedad de por sí te procuraba. Durante esos sesenta días estuviste interminablemente en cama, sin moverte, cada segundo, cada minuto y cada hora de cada una de las jornadas. Cuando despertaste y te fuiste haciendo consciente de tu situación, ese calvario no existía. No recordabas nada de ese período de sufrimiento. Tanto el dolor físico como el psíquico eran inexistentes. Muchas veces, pasado ya tiempo desde aquellas fechas, has reflexionado lo que hubieran supuesto esas semanas con plena conciencia. Pudiste sospechar lo que habría sido porque, después del despertar, te quedaron muchos meses más de padecimiento y experimentaste cada una de las estaciones de ese protocolo humillante que es estar enfermo. De esto te acuerdas minuciosamente; del período durante el que estuviste sumido en las sombras, nada ha impreso su huella en tu alma, por más que sí dejara cicatrices en tu cuerpo. Eres, en cierto modo, un afortunado porque has experimentado en tu propia carne y en tu propia alma el efecto benéfico de la nada sobre el ser humano. En aquellos momentos tú no existías, aunque estabas vivo. Eras y no eras al mismo tiempo. Intuyes que algo así debe de ser el nirvana. No había gozo, ni experiencias satisfactorias; pero tampoco había dolor. Si tienes en cuenta que el gozo es el instante transitorio que desemboca en el sufrimiento, aquel coma, aquella inconsciencia fue para ti el preludio de la liberación final. O al menos eso te gusta creer.

lunes, 24 de mayo de 2010

42.

Cada mañana, cuando no estás en el campo, vas a comprar el pan y el periódico. Es un ritual que te reconcilia con la vida cotidiana, la más auténtica de todas las vidas. Los rostros de quien te atiende en la papelería y de quien te despacha el pan son parte de esa rutina que lejos de aburrirte, te confiere la certeza de lo firme. Mari Carmen, la que te pone el pan en una bolsa (una piña grande y dos molletes de Antequera pequeños, por favor), te dice que en el Instituto era gozosamente de Letras. Que su profesor de Griego le hizo aprender de memoria una lista de ciento ocho verbos irregulares (los aterradores verbos polirrizos). Que cuando les hablaba de literatura y de mitología, ella quedaba embobada. Y termina confesando que se le ha olvidado casi todo aquello de lo que sabía. Y sus ojos te miran con cierta tristeza. Hay más clientes y la charla, aunque estemos en un pueblo, aunque la gente nunca tenga prisa, no puede alzar el vuelo. Con poco tiempo cuentas para revelarle lo que piensas. Mari Carmen, no has olvidado nada de lo que es importante. Queda un poso, esa pátina de humanismo que da el roce con el saber de los viejos griegos, aunque se te hayan olvidado los temas de presente, futuro, aoristo y perfecto del verbo λείπω. Las leyendas y los poemas se han prendido de tu alma y actúan sobre ti del mismo modo que el corazón late sin que seas consciente o que tus pulmones respiran sin que tú los hagas palpitar. Quienes han amado a los griegos, los seguirán amando, por mucho que crean que ese amor ha fenecido. Están ahí; cuando quieras, podrás volver a ellos. Y sobre todo (¡sobre todo!) sabes que existieron y que fueron hermosos. Con eso basta. Al final, ésa es la recompensa del maestro, no que conserves en tu memoria por los decenios de los decenios la conjugación del verbo φέρω.

sábado, 22 de mayo de 2010

41.

Es demasiado largo para un blog, pero no te resistes a reproducirlo entero. Es el texto de un breve artículo que te fue encargado. Lo enviaste y nunca más supiste de él.

SAFO, LA PRIMERA POETISA DEL AMOR

Los antiguos griegos lo tenían más fácil que nosotros. Aparentemente, al menos. Cuando alguien sufría mal de amores, recurría a Afrodita, la diosa encargada de esa pasión humana. ¿A qué santo le ponemos velas pidiéndole que nos ame Fulanito o Menganita? Los viejos griegos prometían ofrendas a la diosa o le dedicaban poemas y canciones para que influyera en el corazón de aquellos a los que amaban sin ser correspondidos. Esto es lo que hace Safo, una mujer que escribía poesía. El poema que se traduce en primer lugar es una plegaria dedicada a la diosa para que la ayude a conseguir el corazón de su amada.

Safo (a pesar de que su nombre termine en -o, era una mujer) nació en una isla cercana a la actual costa de Turquía, en el Mediterráneo oriental. La isla se llamaba y se llama hoy en día también, Lesbos. No se saben con seguridad los años de su nacimiento y de su muerte, pero los sabios fechan la parte central de su vida en torno al año 600 antes de Cristo. En otras palabras, lo que vamos a leer más abajo tiene dos mil seiscientos años de antigüedad. ¿Hemos cambiado algo desde entonces en eso del amor? Que cada uno se dé la respuesta que considere oportuna.

Safo era una mujer perteneciente a la aristocracia de la isla, que en aquella época era un estado independiente. En una sociedad machista como era la griega, las mujeres apenas si tenían delante de ellas más futuro que un marido (decidido por los padres), unos hijos y un hogar en el que recluirse y al que dedicarse de por vida. Se esperaba de ellas que fueran analfabetas e ignorantes, centradas sólo en sus tareas domésticas. Safo se rebeló ante esa situación. Aprendió a leer y a escribir. Se instruyó en las letras y en artes como la música y la danza. Rompiendo los moldes de su tiempo, creó una escuela donde se formaba a las jóvenes aristócratas de la isla cuyos padres tenían más altura de miras que los demás. Se dice que hubo de exiliarse de su patria cuando cayó bajo el yugo de un tirano, que se casó, que tuvo una hija y que acabó su vida arrojándose por un acantilado ante la negativa de Faón, de quien se había enamorado.

Para los griegos de la Antigüedad, el amor era un aspecto de la locura. El enamorado pierde el control de sí mismo y de sus emociones. Hace cosas raras, se comporta como si estuviera en otro mundo, deja de ser él mismo. Esta conducta se consideraba impropia de una persona racional y la racionalidad, la sensatez, el sentido común eran las primeras exigencias del hombre. Por esta razón se creía que esa enajenación era infundida en el corazón del enamorado por una divinidad que le hacía perder su personalidad originaria. Y esa divinidad era Afrodita y su pequeño hijo, Eros. Al ser el amor una experiencia irracional, estaba mal visto que los varones cayeran en el mismo y si caían, se les contemplaba con la misma compasión que hoy en día se tiene hacia alguien que ha perdido el juicio.

Así pues, como el amor y sus emociones no eran cosa de hombres, fueron las mujeres las que tuvieron la suficiente libertad como para profundizar en sus sentimientos y expresarlos sin cortapisas. Estas son las grandes aportaciones de Safo. No sólo puso por escrito en una hermosa forma poética las características y peripecias del amor, sino que se sintió además con la suficiente libertad y autonomía personal como para llevar a cabo su tarea poética.

Los poemas de Safo van dedicados a otras mujeres. El amor que expresa en sus obras es un amor sáfico o lésbico. La otra aportación fundamental de esta escritora es haber dado nombre a una variedad de la experiencia amorosa. Llamar lesbiana a una mujer cuya orientación sexual es otra mujer no hace sino reconocer que fue en la isla de Lesbos donde por primera vez una mujer se atrevió a declarar públicamente su amor a otra mujer.

Una última aclaración es necesario hacer. Lo que nos ha quedado de las obras de Safo no son sino las letras de canciones cuya música también componía la autora. Desgraciadamente, esa música se ha perdido. Así que para tener una idea completa de cómo sonaba el texto griego, habría sido necesario tener también la partitura que acompañaba a las palabras.

Y ahora sólo nos queda imaginarnos a Safo, de quien sus contemporáneos decían que tenía los cabellos de color violeta y la sonrisa de miel, vestida con su largo vestido blanco de pliegues, su cabello recogido en un alto moño del que se escapan algunos rizos. Está sentada entre dos columnas mientas a lo lejos atardece el Mediterráneo acunado por las olas. Acaricia su lira con las manos y canta, melancólicamente, sus poemas de amor.

Súplica a la diosa Afrodita

Ποικιλόθρον᾽ ἀθανάτ᾽ Ἀφρόδιτα,
παῖ Δίος δολόπλοκε, λίσσομαί σε,
μή μ᾽ ἄσαισι μηδ᾽ ὀνίαισι δάμνα,
πότνια θῦμον·

ἀλλὰ τύιδ᾽ ἔλθ᾽, αἴ ποτα κἀτέρωτα
τὰς ἔμας αὔδας ἀίοισα πήλοι
ἔκλυες, πάτρος δὲ δόμον λίποισα
χρύσιον ἦλθες

ἄρμ᾽ ὐπασδεύξαισα· κάλοι δέ σ᾽ ἆγον
ὤκεες στροῦθοι περὶ γᾶς μελαίνας
πύκνα δίννεντες πτέρ᾽ ἀπ᾽ ὠράνω αἴθε-
ρος διὰ μέσσω.

αἶψα δ᾽ ἐξίκοντο, σύ δ᾽, ὦ μάκαιρα,
μειδιαίσαισ᾽ ἀθανάτωι προσώπωι
ἤρε᾽, ὄττι δηὖτε πέπονθα κὤττι
δηὖτε κάλημμι

κὤττι μοι μάλιστα θέλω γένεσθαι
μαινόλαι θύμωι. τίνα δηὖτε πείθω
μαῖσ᾽ ἄγην ἐς σὰν φιλότατα, τίς σ᾽, ὦ
Ψάπφ᾽, ἀδίκησι;

καὶ γὰρ αἰ φεύγει, ταχέως διώξει,
αἰ δὲ δῶρα μὴ δέκετ᾽, ἀλλὰ δώσει,
αἰ δὲ μὴ φίλει, ταχέως φιλήσει
κωὐκ ἐθέλοισα.

ἔλθε μοι καὶ νῦν, χαλέπαν δὲ λῦσον
ἐκ μερίμναν, ὄσσα δέ μοι τέλεσσαι
θῦμος ἰμέρρει, τέλεσον, σὺ δ᾽ αὔτα
σύμμαχος ἔσσο.

Inmortal Afrodita, diosa de trono polícromo,
hija de Zeus, astuta, te lo suplico,
no me sometas a penas ni aflicciones,
señora, el corazón.

Vamos, ven aquí, porque en alguna otra ocasión
al percibir mis voces me escuchaste de lejos
y abandonaste la casa dorada de tu padre
para acudir.

Habías uncido tu carro y te traían hermosos,
veloces gorriones batiendo sus alas prietas
desde el cielo, sobrevolando la tierra negra
en medio del aire.

Enseguida llegaron y tú, bienaventurada,
riendo en tu rostro inmortal,
me preguntabas qué me hacía sufrir otra vez,
por qué otra vez te llamaba

y cuáles eran, en mi locura, los mayores deseos de mi corazón.

"¿A quién busco de nuevo para
convencerla y llevarla a tu amor? ¿Quién,
Safo, te está haciendo daño?

Porque si te rehúye, rápidamente te buscará,
si no acepta tus regalos, te los dará,
si no te ama, rápidamente te amará,
aunque no quiera."

Ven junto a mí también ahora, libérame

de mi profunda aflicción; todo cuanto mi corazón
desea que se cumpla, cúmplelo. Vuelve a ser
tú mi aliada.

Los síntomas del amor

Φαίνεταί μοι κῆνος ἴσος θέοισιν
ἔμμεν᾽ ὤνηρ, ὄττις ἐνάντιός τοι
ἰσδάνει καὶ πλάσιον ἆδυ φωνεί-
σας ὐπακούει

καὶ γελαίσ‹ας› ἰμέροεν. τό μ᾽ ἦ μάν
καρδίαν ἐν στήθεσιν ἐπτόαισεν.
ὢς γὰρ ἔς σ᾽ ἴδω βρόχε᾽, ὤς με φώνη-
σ᾽ οὖδεν ἔτ᾽ εἴκει,

ἀλλὰ κὰμ μὲν γλῶσσα ἔαγε, λέπτον
δ᾽ αὔτικα χρῶι πῦρ ὐπαδεδρόμακεν,
ὀππάτεσσι δ᾽ οὖδεν ὄρημμ᾽, ἐπιρρόμ-
βεισι δ᾽ ἄκουαι,

ἀ δέ μ᾽ ἴδρως κακχέεται, τρόμος δέ
παῖσαν ἄγρει, χλωροτέρα δὲ ποίας
ἔμμι, τεθνάκην δ᾽ ὀλίγω ᾽πιδεύης
φαίνομ᾽ ἔμ᾽ αὔται·

Me parece que es igual a los dioses
ese hombre que está sentado frente a ti
y tras haberte hablado de cerca, dulcemente,
te escucha

y ríe encantador. Todo eso conmocionó
mi corazón en el pecho,
porque cuando te miro un instante, ya me es
imposible decir nada;

antes bien, la lengua se me quiebra;
poco después, un fuego se mete bajo mi piel
,
nada veo con mis ojos, los oídos
me zumban,

el sudor se desliza, un temblor
me domina entera, me pongo más pálida
que la hierba y me veo débil, casi a punto
de morir.



miércoles, 19 de mayo de 2010

40.

Las ideas de Nietzsche en su primera época, cuando era profesor de Filología Griega, vienen a resultarte aquí tremendamente esclarecedoras. Fundamentalmente, sus ideas sobre el nacimiento de la tragedia te ofrecen el espectáculo de un hombre griego angustiado por la vida. Resalta el pensador ese mito en el que un Sileno, interrogado por el rey Midas sobre cuál es lo mejor que le puede ocurrir a un hombre, éste le responde que no haber nacido y, si uno ya está en el mundo, morir lo más pronto posible. Ese pesimismo profundo de la mentalidad griega impresionó a Nietzsche. Un pesimismo que se ve corroborado por las palabras de aquellos que no llegaron a conocer las reflexiones de los filósofos a partir de Sócrates, ni el sentido que la democracia ateniense confería a las vidas de los ciudadanos. En la época de crisis que refleja la lírica arcaica (siglos VII-V a.C.) tenemos el reflejo de sentimiento de orfandad que los griegos sentían ante la vida. No sólo Homero repite con frecuencia esa imagen que identifica la existencia humana con la vida del mundo vegetal, que un día florece y al día siguiente se marchita irremediablemente:

Oἵη περ φύλλων γενεὴ τοίη δὲ καὶ ἀνδρῶν.
φύλλα τὰ μέν τ' ἄνεμος χαμάδις χέει, ἄλλα δέ θ' ὕλη
τηλεθόωσα φύει, ἔαρος δ' ἐπιγίγνεται ὥρη˙
ὣς ἀνδρῶν γενεὴ ἣ μὲν φύει ἣ δ' ἀπολήγει.

Como la estirpe de las hojas, así es también la de los hombres.
unas hojas el viento las tira por tierra; otras, en cambio, cuando florece,

el bosque hace nacer, y sobreviene la estación de la primavera:
del mismo modo es la estirpe de los hombres, una nace y otra concluye.

También líricos como Arquíloco, Mimnermo o Hiponacte nos dejan constancia de lo efímero de la vida y de su dureza. Nietzsche supuso que el consuelo de aquellos griegos residió en el cultivo del arte, especialmente en la tragedia.

domingo, 16 de mayo de 2010

39.

Ahora bien, vistas las características originarias de la religión olímpica, podrías preguntarte acerca de la función que esta religiosidad tenía dentro de la mentalidad griega antigua. Sin duda, podrías responder que de las virtualidades que poseen las religiones, la griega sólo cumplía con la de conferir a la colectividad una cohesión social y una identidad, de un lado; y, de otro, cumplía la función, cercana a nuestro concepto de superstición, de conjurar los males que inevitablemente jalonan la vida de los mortales. Rendir culto a los dioses permitía al hombre sentirse miembro de una sociedad que veneraba a los mismos seres superiores, dotaba de unidad a la colectividad que habitaba en el mismo recinto amurallado y en los mismos campos que rodeaban a la ciudad. Y mediante el culto de los dioses, centrado en sacrificios y ofrendas, se pretendía atraer su favor para que la vida fuese más fácil y confortable, para que nuestros deseos se cumplieran y las desgracias huyeran despavoridas de nuestro lado. Por todo ello, no te resulta extraño que el griego se sintiera solo en lo más profundo de su ser respecto a los dioses, aunque su vida debía estar fundamentada y había de hallar en algún lado las normas de comportamiento que le llevasen a cumplir con una existencia lo más plena posible. Normalmente, la sociedad cubría ese hueco, pero no llegaba a colmarlo.

miércoles, 12 de mayo de 2010

38.

Hay que esperar a formalizaciones posteriores, fundamentalmente originadas por filósofos o literatos, para que la religión griega empiece a revestirse de un ropaje donde la ética y el consuelo tomen carta de naturaleza y vayan dándole a los viejos mitos una pátina que recordará lo que hoy en día entendemos por religión. Comienza Hesíodo imprimiendo una ligera capa de ansia de justicia en las figuras divinas. Le seguirán Solón y algunos líricos. Los tragediógrafos y Heródoto darán los siguientes pasos, convirtiendo al Panteón en protector de aquellos que saben mantenerse en el límite de sus capacidades, derribando a los soberbios y a los desmedidos, otorgando el fundamento trascendente de la sociedad y confiriendo a la ciudad la justificación de su orden social. Algunos filósofos presocráticos emprenderán el rumbo de la abstracción y empezarán a pensar que por encima de las concreciones humanas que representan los dioses, hay una realidad superior de la que esos personajes no son más que emanaciones. Sócrates saca partido de esas primeras reflexiones y ya concibe a la divinidad como una entidad fundamentalmente ética y al ser humano como poseedor de un alma inmortal que será juzgada en el más allá por sus actos en vida. El resto de los pensadores irán ya por un camino en el que los viejos mitos van a ser superados en pos de una idea más trascendente de lo divino. Junto a estas corrientes religiosas, también se dan en la antigua Grecia otras corrientes que pretenden llenar ese hueco dejado por los olímpicos. Son las que se denominan cultos mistéricos: los ritos de Eleusis, los ritos órficos y dionisíacos. Estos cultos ofrecen al devoto la vida eterna a cambio de una iniciación y del compromiso para seguir unas normas de vida, donde, generalmente, escasean las exigencias éticas tal como las entendemos hoy en día. De hecho, ya en la misma Antigüedad había quien les reprochaba que por el simple hecho de ser iniciados, los fieles tuvieran asegurada la vida eterna independientemente de su comportamiento.

martes, 11 de mayo de 2010

37.

Las características específicas de la religión griega configuran una forma de entender el mundo que, pese a la distancia temporal y de mentalidad, te puede resultar familiar hoy en día. Los dioses griegos no aportan consuelo a los hombres. Tampoco son un referente ético. El griego estaba realmente solo ante la divinidad. Los dioses son personificaciones elaboradas y humanizadas de fuerzas de la naturaleza. Su comportamiento no tiene nada de ejemplar y carecen de dogmas, doctrinas o normas de conducta que puedan ser imitadas por los seres humanos. La mitología griega está plagada de adulterios, traiciones, venganzas, actuaciones rastreras, accesos incontrolados de cólera y de toda la panoplia de actitudes mínimamente recomendables para la guía espiritual y moral de las gentes. No en balde, Platón expulsó a Homero del currículo de la enseñanza en la República y sentía escasa simpatía por los poetas cuyo material de trabajo era un conjunto de leyendas donde las divinidades venían teñidas de una capa de pintura gruesa y de aspecto poco edificante. Tampoco ofrece la religión griega el consuelo de la vida de ultratumba. Cuando el hombre muere, su alma no es sino el reflejo pálido de lo que fue la vida en la tierra. Es una simple sombra que vaga por los mundos del Hades, de los infiernos, llena de estupor y con una nostalgia infinita de una existencia que intuye, más que conoce. Su paso por el Leteo le ha despojado de los recuerdos de su pasado en la tierra.

jueves, 6 de mayo de 2010

36.

Ésta es una de las muchas traducciones del Sutra del Corazón. No es necesario en un primer momento dar cuenta de los términos especializados ni históricos. No necesitas esas precisiones. Sólo el aroma que despiden sus palabras, sin entrar en el análisis de sus partículas olorosas, es suficiente para impregnar tu alma de una sabiduría tan firme como suave, que sabe tornar la desesperanza en libertad:

Sutra del Corazón

Bodhisattva Avalokiteshvara, abismado en profunda sabiduría perfecta, reconoció que las cinco skandas son vacío y así trascendió todo dolor. Sariputra, forma no es sino vacío, vacío no es sino forma. Forma verdaderamente es vacío, vacío es verdaderamente forma. Lo mismo vale para las sensaciones y representaciones, voluntad y consciencia. Sariputra, las formas de todas las cosas son vacío. No nacen, no mueren. No son puras ni impuras, no disminuyen ni aumentan. De ahí que en el vacío, no hay forma, ni sensaciones, representaciones, voluntad, ni consciencia, ni ojo, ni oído, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente, ni color, ni tono, ni olor, ni gusto, ni nada que se pueda tocar ni imaginar, ni un ámbito de los sentidos, ni uno del pensamiento, ni ignorancia, ni terminación de la ignorancia. Y así mismo no hay vejez, ni muerte; ni un final de la vejez y de la muerte; ni dolor, ni origen del dolor, ni destrucción, ni camino, ni sabiduría, ni consecución. Pues no hay nada que conseguir. Un bodhisattva vive de esta sabiduría perfecta sin perturbaciones de la mente, sin impedimentos y por tanto sin miedo. Más allá de las ilusiones, los budas del pasado, presente y futuro viven de esta sabiduría perfecta, consiguen la iluminación suprema, perfecta e insuperable. Has de saber, pues, que la sabiduría perfecta es el gran mantra sagrado, el gran mantra radiante, el mantra insuperable, el mantra sin igual que quita todo dolor. Es verdad, no ilusión. Por esto anuncia el mantra de la sabiduría perfecta, anuncia este mantra y proclama: Gate Gate Paragate Parasamgate Bodhi Swaha

La traducción es de Berta Meneses, publicada en Er, Revista de Filosofía, núm. 24/25 (Sevilla/Barcelona, 1985), páginas 131-13.

Notas:
Tanto Avalokiteshvara como Sariputra son personajes de la tradición búdica original. Uno, maestro; el otro, discípulo.
Las skandas o skandhas suelen traducirse como "agregados", son los componentes que integran a la persona. Son cinco y reciben varias traducciones cada uno: forma (o cuerpo), sensaciones (o sentimientos), representación (o memoria o percepción), estados mentales (o voluntad) y consciencia (o conciencia).
El boddhisattva es el ideal de la corriente Mahayana el Budismo. Se trata de un ser (-sattva) iluminado (boddhi-) que voluntariamente retrasa su entrada en el nirvana hasta que no haya conseguido que todos los seres alcancen la iluminación.
Mantra es una palabra o frase ritual cuya pronunciación evoca verdades fundamentales.
Gate Gate Paragate Parasamgate Bodhi Swaha es una frase original en sánscrito que hace referencia a la consecución de la iluminación: "Se ha marchado, se ha marchado, se ha marchado más allá, se ha marchado aún más allá. ¡Alegría: la iluminación!"

martes, 4 de mayo de 2010

35.

Desde mediados del siglo XIX la política se ha ido convirtiendo en un asunto acerca de pobres y ricos. El verdadero objeto de la política es, sin embargo, el poder. Sin excepción, cuando alguien se aúpa al gobierno con la excusa de salvar a los pobres y acabar con los ricos, la tiranía es inevitable. Y sus secuelas de corrupción, desolación, ruina y muerte la acompañan como jinetes apocalípticos. Por cada beneficio que te otorga el poder, te produce el doble o el triple de perjuicio. El poder siempre acaba embriagando al que lo ostenta y aplastando a quienes lo sufren. Lejos de ser asunto de Dios, sea éste el uno o múltiple, sea éste el progreso social o el rumbo inevitable de la Historia, el poder es un interés del diablo. O si quieres, lejos de consistir en lo mejor del ser humano, consiste en lo peor. Este pasaje del Evangelio de Mateo (4 8-9) es clarividente:

(8) Πάλιν παραλαμβάνει αὐτὸν ὁ διάβολος εἰς ὄρος ὑψηλὸν λίαν καὶ δείκνυσιν αὐτῷ πάσας τὰς βασιλείας τοῦ κόσμου καὶ τὴν δόξαν αὐτῶν (9) καὶ λέγει αὐτῷ· ταῦτα πάντα σοι δώσω, ἐὰν πεσὼν προσκυνήσῃς μοι.

(8) Y de nuevo lo toma consigo el diablo y lo lleva a un monte muy alto y le muestra todos los reinos del mundo y su gloria (9) y le dice: “todo esto te daré si caes prosternado ante mí.”

La conclusión es evidente: dado que es inevitable que exista alguien que organice, la mejor política será la que limite su poder hasta confines remotos donde sólo pueda hacer el daño imprescindible.