lunes, 31 de enero de 2011

203.

La Iglesia Católica es el Imperio Romano aún vivo. El Papa es el Emperador; los cardenales, el Senado; los obispos, los prefectos de las provincias; los sacerdotes, los funcionarios edilicios y los fieles, los ciudadanos. Hasta tiene como lengua oficial el latín. Como amas el pasado de Europa, este carácter te atrae. La Iglesia Católica, aun cuando no seas creyente, te provoca una mezcla de admiración y respeto. Es la única institución que ha logrado sobrevivir casi dos mil años a pesar de innumerables vicisitudes en las que parecía a punto de naufragar. Aprecias en la Iglesia Católica el rasgo de poder que tuvo el antiguo Imperio y el papel civilizador de ambas creaciones. Conoces historias pasadas burbujeantes de sangre y fuego aventados bajo el estandarte de las llaves de Pedro, pero no por eso la odias. Todas las culturas son ricas en criminales y, a pesar de ello, sus hijos las quieren. Aunque todo esto no es sino una apreciación estética y cultural. Leer los Evangelios con mente limpia deja bien claro que el Jesucristo de la historia poco tiene que ver con la Iglesia, incluso aquel que inventó Pablo de Tarso y que sólo Dios sabe hasta qué punto correspondía con el judío que fue crucificado durante una Pascua en Jerusalén.

domingo, 30 de enero de 2011

202.

Desde el principio de los tiempos humanos, el homo sapiens ha ido en busca del orden para defenderse del desorden. La eterna lucha entre el cosmos (κόσμος) y el caos (χάος). No se trata de ninguna impronta divina, sino de la necesidad de prever. El cosmos permite adelantar lo que ocurrirá una vez hallado el mecanismo interno que lo orienta. La previsión hace fácil la supervivencia. Por el contrario, el caos sume al ser humano en la incertidumbre y hace más complicado hallar los recursos para preservar la especie y el individuo. De ese enfrentamiento y de la necesidad del orden en la vida humana surge en Grecia la primera investigación sobre la naturaleza y de ahí, la larga historia del conocimiento en Occidente. Orden y desorden son irreconciliables para la mente helénica y en esta oposición descansa el principio de identidad: es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo. Sin embargo, en Oriente se percataron de que dentro de cada orden hay un desorden y viceversa. Allí nunca supieron de nada que se pareciera al principio de identidad, por ello, algo puede ser y no ser al mismo tiempo. Las consecuencias de esta diferente visión de la realidad son infinitas. Si no, que se lo digan a los chinos de hoy en día.

sábado, 29 de enero de 2011

201.

Mariano José de Larra en sus artículos firmados bajo el pseudónimo de Fígaro te da una imagen de la España de la primera mitad del siglo XIX que te trae aromas de familiaridad. La chapuza, la pereza, la desorganización, el orgullo ante la propia ignorancia y chabacanería, el fariseísmo, la hipocresía, todo condensado en un puñado de páginas desde las que el español de hoy en día ve al trasluz de los años unos caracteres que se repiten. Hoy en día parecemos más finos, más pulidos, pero la esencia es idéntica. Por ser iguales, hasta seguimos empleando la expresión “este país”, como revela Fígaro con ironía y malicia. Pobre España, cuyo pesimismo noventayochesco no es novedoso, sino que es el decantamiento de una mentalidad que goteaba desde aquellos tiempos en los que Napoleón entró en nuestra tierra y echó al infierno siglos y siglos de Dios, Patria y Rey. Desde entonces, abunda el estropicio y la sangre. Recomendables, especialmente, los titulados: “Un periódico nuevo”, “Vuelva usted mañana”, “Cuasi pesadilla política”, “La sociedad” y “En este país”.

Leído en edición electrónica descargada legalmente del sitio: http://www.gutenberg.org/ebooks/31541

viernes, 28 de enero de 2011

200.


El cuadro de Camille Pissarro se titula La rue de Saint Honoré après-midi. Effet de pluie. Fue pintado en el año 1897 desde una ventana de la vivienda donde el autor convalecía de problemas de salud. Está en el museo Thyssen de Madrid. Su contemplación te dejó absorto. Quizá los puristas consideren poco adecuado de un gusto refinado en arte decir que la impresión provocada en ti se origina en las evocaciones que te trae. No porque estuvieras en París un mediodía lluvioso en la Rue de Saint Honoré, sino porque te golpeó el recuerdo de los mediodías lluviosos en tu ciudad. En el cuadro puedes oír el ruido del chapoteo de los coches, de los peatones en los charcos. Hueles la humedad de la lluvia en un París glorioso de fines del siglo XIX, el centro de la cultura en aquellos tiempos. No te cansas de contemplarlo y parece como si hubieras estado presente en aquel lugar y en aquel momento. Ese mediodía parisino en 1897 bajo la lluvia tuvo que haber sido una experiencia extática.

jueves, 27 de enero de 2011

199.

Hay otro enigma además del famoso ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Esa otra cuestión sería ¿qué fue antes, la vida o la melancolía? Intentar la respuesta de la primera pregunta es una imbecilidad, semejante a la formulación de la incógnita. La respuesta a la segunda está clara: primero fue la melancolía y luego la vida. O sea, que la vida no resulta amarga o breve o cualquier otro adjetivo que imagines, sino que su neutralidad se ve teñida por los tintes de una melancolía previa. Sin embargo, igual que dijiste antes de ayer que la razón enmascara con éxito su carencia de poder con su presencia apabullante, la vida, tan poderosa, acaba por imponer su fuerza sobre el auténtico causante de una postura aferrada ante ella misma. Todo, pues, nos lleva al mismo punto: si hay algo que tocar es la melancolía, no esa vida que supuestamente la crea. Luego, puedes acudir a las pastillas o meterte a monje. Otras opciones no son más que salvavidas ilusorios con más fallos que una escopeta de feria, aunque a veces aciertes y te lleves la muñeca chochona de premio.

martes, 25 de enero de 2011

198.

Hay una expresión que has visto como titulo de un libro y que define, en grandes trazos, lo que pretende el zen: vivir sin cabeza. De acuerdo con lo que las neurociencias han ido descubriendo en los últimos decenios, las decisiones que tomamos vienen dictadas por nuestras emociones [ver entrada 110]. La razón acude presurosa en auxilio del vencedor para apuntalar el resultado. Sin embargo, nuestra mente nos hace creer que nuestra conducta está dictada por la racionalidad. La preeminencia de lo emotivo en nuestro proceder es un resto de nuestro pasado de homínido en el que las decisiones debían adoptarse rápidamente. No era aconsejable ponerse a pensar qué se debe hacer cuando un leopardo acecha nuestros pasos. Es mejor dejarse llevar por el instinto. Quizá lo que el zen pretenda sea que vivamos dejando caer el velo de la razón, dejarse llevar en nuestra vida por esas emociones que, de todas maneras, van a acabar haciendo lo que desea sin que podamos evitarlo. Y la razón, para la Física.

lunes, 24 de enero de 2011

197.

Era una noche de agosto. O quizá fuera julio. En todo caso, sufríais el verano. Hora: en torno a las medianoche. Volvías con tu compañera del cine. En el pueblo no hay, así que el sendero del espectador lleva a la vecina Lucena. Recuerdas que fuisteis a ver la película que adaptaba a la pantalla la saga del capitán Alatriste. Todo parecía normal. Pasasteis por una esquina. Un par de muchachos, apoyados en un coche, parecían esperar. Al poco, oísteis una voz de muchacha en tono de enfado a vuestras espaldas. Mirasteis. Dos chicas estaban interpelando de forma enérgica a los dos jóvenes. Cosas de chavales, dijiste. Continuabais vuestro camino a casa cuando oíste el primer disparo. Sonó como un petardo. Volviste la mirada y viste al principio de la calle a uno de los jóvenes con una escopeta. Las dos muchachas corrían aterrorizadas. Una de ellas gritaba: ¡No, no!”. Sonaron otros dos disparos más. A vuestro lado, cayó al suelo la otra joven. Era rubia, un tanto gordita. No recuerdas que ella dijera nada. Tienes clavada en tu mente la figura de aquel asesino con su gorrilla de cani polinganero y la escopeta apalancada a su brazo. Agarraste a tu compañera y os pegasteis a la pared. Sólo pensabas en que ninguna de esas balas os alcanzara. Lo demás es el revuelo: el refugio en la casa de un familiar, la llamada a emergencias, alguien que se hace cargo de la víctima. Una noche con los ojos en blanco y el recelo que no se te quita ante cualquier menda con el aspecto del aquel criminal. Fue detenido inmediatamente por la Guardia Civil. En el pueblo todo se sabe y todos se conocen. Ha pasado tiempo desde aquello. La muchacha quedó parapléjica y acabó muriendo. Tenía dieciocho años. El criminal está en la calle a espera de juicio porque ha superado el tiempo de prisión preventiva. A buen seguro de jacta de su hazaña con sus colegas de botellona. Dos conclusiones: la primera es que esta España da pena. Sólo hay propaganda para lavar el cerebro de los supuestos ciudadanos y robar sus votos. La segunda: una de las balas se encajó en una ventana por la que íbamos a pasar en unos segundos. Por unos segundos, o ella o yo estamos vivos. Esta historia da para mucho más, pero te lo callas. Por hoy ya te has puesto suficientemente nervioso con estos recuerdos.

domingo, 23 de enero de 2011

196.

Adviertes que la queja sobre los tiempos contemporáneos es una constante de la historia humana. Nada deben asombrarte, pues, aquellas lamentaciones de un escriba egipcio que miles de años antes de Cristo ya descreía de la juventud y la calificaba con términos que modernamente cualquiera suscribiría. ¿Acaso la ridiculización que hace Aristófanes de Sócrates en sus comedias no se basa en los mismos criterios que cualquier persona madura hoy asestaría a los jóvenes de tu tiempo? Lo mismo puede adscribirse a la maldad de la edad presente. La sensación de desastre y de decadencia se enseñorea por doquier y son raros los que miran con ojos bondadosos los momentos que les han tocado vivir. Tu época no difiere en esto de eras pasadas y, oh dolor, tú tampoco eludes la caída en la zanja, como aquel ciego guiado por otro ciego. Pero en medio de la juventud desconsiderada, de la zafiedad ambiente, de la degradación de las costumbres, del analfabetismo funcional de la mayoría de tus coetáneos, debes reconocer que ahora el dolor físico es menor que antes, que una familia de clase humilde vive mejor que el más opulento de los emperadores antiguos, que la gente vive más tiempo, que hay menos guerras en el mundo, que con un poco de dinero y muchas ganas se puede recorrer en un mes lo que en siglos pasados sólo podía recorrerse en años y con los recursos de los muy ricos, que la comida abunda en los comercios, que los estados intentan aliviar las adversidades de sus ciudadanos y muchas otras ventajas más de la modernidad. Bien mirado, te quejas gratuitamente, porque has tenido la fortuna de nacer en el siglo XX en un país del mundo desarrollado. Que la gente desprecie los clásicos griegos no es un drama. También con el paso de los siglos, las viejas glorias del Egipto faraónico cayeron en el olvido y hoy son motivo de interés para almas curiosas y aficionados a las antigüedades. Ya sabes, todo pasa. Y quienes sigan sintiendo en sus espíritus el aguijón de la queja por los malos tiempos que corren, siempre tendrán a mano aquellos que son menos afortunados que los habitantes del Primer Mundo, aunque sospechas que con el paso del tiempo también a ellos les llegará el turno de vivir en una sociedad que obvie su prosperidad para abismarse únicamente en los puntos oscuros de sus días.

sábado, 22 de enero de 2011

195.

No eres poeta, ni tus pretendidos versos son buenos. En la poesía, como en todo, no vale la mediocridad, sino la excelencia. Por eso no osas llamar a lo que viene un poema, sino unas líneas con forma de poema. Va dedicado a tu compañera, a la que tanto queremos los que estamos a su lado y que a veces se cansa, comprensiblemente, de tanto amor.

¿Alguna vez te ha dicho alguien
que tu sonrisa da la vida?
Podría jurar, sin temor a equivocarme,
que nunca nadie se atrevió a tanto contigo.
Permíteme, por tanto, en esta hora
decirte verdades como besos,
como aquellos desgranados quedamente por tus labios.
Déjame decirte lo primero:
entiéndenos cuando miramos
con el gesto alerta de las olas
el proceso de tus ojos o la cadencia de tus manos,
la ruta que siguen tus encuentros
o la forma en que adviertes las mañanas.
Compréndenos, tennos paciencia,
porque no sé si estás al tanto:
tu sonrisa da la vida sin posible remisión.
Advierte que si sufres,
se nos clava la vida en nuestras venas;
si estás alegre al despertar,
el día nos parece un paraíso.
Sé clemente con tus hados,
nadie pidió nunca tu opinión,
bien lo sabemos,
y tu sonrisa puede a veces convertirse en un sudario,
hacerse pesada como un mundo a la deriva.
Quiero que sepas que todos lo sentimos
pero no podemos renunciar,
perdónanos,
a esa sonrisa tuya que, quizá nadie te dijo,
nos da la vida envuelta entre sus labios.

viernes, 21 de enero de 2011

194.

Dado que la vida es incontrolable y sigue sus propias reglas sin atender al efecto sobre las almas y los cuerpos de los seres humanos, la única manera de sobrevivir a ella es actuar sobre lo que sí podemos controlar. Tanto los filósofos griegos como los seguidores del Buda han encontrado la clave del problema en la mente. Los primeros se sabían impotentes ante las asechanzas de la Fortuna, escrita en mayúsculas, ya que eran deudores de la divinización de esa fuerza llevada a cabo en tiempos helenísticos. Por otro lado, la enfermedad, la vejez y la muerte están ahí y se cebarán en ti sin que puedas hacer nada por evitarlo; ahora bien, sí que puedes intentar que no te hieran y las armas para ese combate se hallan en tu mente. Los griegos pretendían que esa formación espiritual fuera impulsada por la razón; los budistas prefirieron confiar en otras fuerzas más profundas, aunque la lectura de los sutras revela un denso entramado plenamente racional. Incluso, como ya sabes y has comentado, en el método de exposición de su doctrina el Buda emplea una versión del método socrático hecho a base de preguntas y respuestas guiadas por el maestro, pero van más allá y aspiran a abrir ese tercer ojo que te permita acceder a la realidad de forma directa. En el fondo, los mundos espirituales de la India y de Grecia no eran tan distantes. Los panteones procedían de los indoeuropeos y el Buda, al igual que los filósofos griegos, partió de sus dioses para crear nuevos senderos donde ya no dirigían con su prepotencia las vidas de los hombres.

jueves, 20 de enero de 2011

193.

Al igual que las filosofías epicúrea y estoica nacieron y alcanzaron el auge en períodos donde el individuo debía enfrentarse al mundo con sus propios medios, el budismo puede aportar a Occidente la misma frescura en un momento en que tu tierra ha perdido las referencias que le habían guiado durante dos milenios. Las dos escuelas griegas nacen en época helenística, cuando la polis ha dejado de ser el ambiente confortable en el que las ansias humanas encontraban refugio. Los griegos del siglo VI y V a.C. nacían arropados por la sombra de una acrópolis, crecían enderezados por las enseñanzas tradicionales de la poesía y por los brazos poderosos de los dioses olímpicos. Luego, maduraban como ciudadanos libres y morían en una batalla por defender la independencia de su patria o en su casa, rodeados de su gente tras haber cumplido con su deber como miembro de la ciudad. Cuando, tras la guerras civiles griegas y con la hegemonía macedonia, la polis decayó como sentido de vida, los seres humanos hubieron de buscar el sentido individualmente. Nacieron, entonces, las filosofías epicúrea y estoica, además de otras variantes menos afortunadas como el escepticismo o el cinismo. El epicureísmo experimentó un renacimiento en la Roma de Augusto y el estoicismo en períodos de la dinastía Flavia, cuando Adriano y, sobre todo, Marco Aurelio. Fueron tiempos también en los que los viejos dioses del estado comenzaron a despeñarse por la ladera de la historia. La historia nunca se repite, pero hay elementos que presentan una similitud inquietante y que aparecen de manera insistente a lo largo de los siglos. Hoy no podemos propugnar la restauración de las viejas escuelas filosóficas griegas, todo lo más a título personal alguien puede aceptar algunas propuestas e intentar llevarlas a la práctica. En parte esta situación se debe a que la filosofía griega, en cierto modo, como ya sabes, formaba parte de ese universo divino en el que han dejado de creer tus coetáneos. Ahora bien, crees que el budismo puede perfectamente cumplir ese papel. Te sirve de consuelo volver a pensar que la historia no se repite, aunque…

miércoles, 19 de enero de 2011

192.

Otro relato de una heroína mitológica:


ARIADNA

El hedor exhalado desde el laberinto se difundía por todo Cnosos. Ni los inciensos ofrecidos a los dioses los días de sacrificios, ni los aromas de Egipto o de Babilonia, ni los torrentes balsámicos emanados de las flores en primavera podían enterrar entre sus volutas la pestilencia escapada de aquel pudridero. Los efluvios se enredaban los días de furia con los mugidos que escupía el engendro desde los rincones de su presidio. Así celebraba el festín de muchachos y doncellas con el que nuestra patria era tributada cada nueve años y que acababan entre las desnaturalizadas fauces de un toro carnívoro. Mi medio hermano era un monstruo y no estaba solo en su aberración. Mi madre una perdida que incluso en la vejez moría por cualquier ser viviente que calmara sus ardores. Y mi padre era un viejo achacoso que sólo vivía para contar las infinitas ánforas almacenadas en el palacio con vino, aceite, trigo, higos secos, miel, plata y, sobre todo, oro. Cuando el barco procedente de Atenas con los hijos más queridos de aquel pueblo atracaba y descendía su pasaje, Minos sólo estaba atento al cargamento material. Los humanos no eran de su incumbencia, sino del bicho deforme que ya salivaba escondido entre los muros de su siniestra morada. Las gentes de todo el país se congregaban en torno al palacio y durante días, la masa quedaba inundada por una orgía orlada de la sangre de toros, corderos, cerdos y jóvenes. No sólo los atenienses, sino también los nuestros perecían. Aquéllos entre las fauces del Minotauro, éstos corneados y aplastados por los mismos toros ante los que pretendían demostrar sus habilidades mientras el griterío de los asistentes los animaba a un riesgo cada vez más creciente. No me gustaba mi familia, ni mi gente, ni mi país. Se vivía bien, es cierto. Creta prosperaba bajo el escudo de mi padre. Los cretenses eran alegres, vividores, laboriosos a su manera y piadosos con la divinidad. Por alguna razón, no obstante, que sólo los dioses en su capricho conocen, no me sentía bien en mi palacio ni rodeada de mis compatriotas. Mi imaginación volaba a tierras lejanas, a los desiertos de Egipto y a sus templos, al Creciente Fértil donde se arracimaban las ciudades populosas, a las islas de más allá de las Columnas de Hércules, a las brumas y bosques del norte de la península donde habitan los pelasgos. Contraviniendo el gusto de mi padre, solía presentarme en el puerto, envuelta en el séquito real, para preguntar a los marineros sobre sus periplos. Entonces, ellos, aunque asombrados ante la presencia de la princesa, se despachaban durante horas contando sus experiencias en mil puertos, con mil personas, mil tipos de animales, mil formas de flores, de plantas, mil climas, paisajes y mil mercaderías. Por eso, cuando apareció Teseo, mi mirada se quedó clavada en su rostro, su torso, sus brazos y piernas. Intuí que con él llegaba el momento de volar, surcando el aire en un rumbo más afortunado que el emprendido por Dédalo y su hijo. Él advirtió mi pasión y se las ingenió para hablar conmigo. El resto es historia sabida. Lo ayudé a terminar con aquella deformidad de la naturaleza, lo auxilié en su huida, me embarqué con él y su agitada tropa, incrédula aún ante su salvación, y enfilé el mar rumbo a Atenas, dejando atrás un escenario que aborrecía y la baba de aquel vejestorio cuyo lecho matrimonial me aguardaba en breve plazo por voluntad de mi padre. Mi héroe me abandonó en Naxos. Me lamenté, es cierto, lloré y bramé, maldije e insulté. Pero allí me recogió el dios. Y contrariamente a lo que los poetas, esos falsarios infames, han difundido en las mentes incautas de los mortales, fui feliz hasta mi muerte. Que no fue muerte total. Mi dios me rescató del Hades y vivo desde entonces en compañía de los inmortales, oliendo sólo el bálsamo de la ambrosía y la fragancia del néctar.

martes, 18 de enero de 2011

191.

Para los epicúreos el mundo está compuesto de dos elementos: el vacío y la materia. En la perpetua búsqueda a la que se sometieron los pensadores griegos tras la substancia única de la que se forma todo lo demás, los epicúreos llegaron a la conclusión de que el último reducto del ser es el átomo, palabra que en su propia composición afirma que ya no se puede dividir más. Los átomos caen eternamente en un descenso irregular que provoca encontronazos de los cuales surgen los cuerpos compuestos. Lo que permite que los átomos se muevan es el vacío. Salvando las distancias, Demócrito y sus seguidores te recuerdan las enseñanzas del Buda. ¿Acaso la doctrina del Iluminado no podría reducirse, desde un punto de vista físico, a las mismas apreciaciones que hicieron los estudiosos del Jardín? Para los budistas, el mundo también es materia y vacío, con la diferencia de que, mientras los griegos hacían hincapié en la materia, los budistas lo hacen en el vacío. Para aquellos el interés radicaba en estudiar las pequeñas partículas de materia que con sus juegos originaban el mundo que te rodea, incluidas las más etéreas, cuya composición se explicaba por una unión menos adherente entre los átomos. Los budistas prefieren reflexionar sobre los efectos que el vacío provoca en tu manera de afrontar la vida. Para ellos, la materia no importa porque, precisamente, su inestabilidad esencial lleva a que los cuerpos creados acaben por disolverse más tarde o más temprano, dejando los objetos materiales sujetos a la desaparición. Si le preguntáramos a un budista cómo podría aceptar que los átomos son algo inmutable y eterno, cuando su doctrina afirma que nada es inmutable ni eterno, él respondería con una sonrisa que a efectos de la felicidad humana los átomos le dan un higa, ya que ni los vemos, ni los tocamos, ni los olemos, ni los oímos, ni los gustamos y, aunque podamos presentarlos ante nuestros pensamientos, son prácticamente inconcebibles por lo abstracto. Sin embargo, sí que nos duele el vacío. Por otro lado, los griegos eran gente de acción proyectados hacia el exterior y asombrados ante el mundo; los budistas son gente de meditación proyectados hacia el interior y desengañados ante el mundo.

lunes, 17 de enero de 2011

190.

Dos enlaces a dos pequeños artículos escritos por ti y publicados en la página web del Instituto Juan de Mariana: "Homero y los orígenes de la democracia" y "Los orígenes del Tercer Poder" . El primero tiene fecha de primeros de diciembre pasado. En su momento se te olvidó recogerlo, pero ya está. El segundo tiene fecha del viernes pasado.

sábado, 15 de enero de 2011

189.

Ἔφη ὡς ἦθος ἀνθρώπῳ δαίμων: dijo que el carácter es para el hombre su destino. Son palabras de Heráclito y pueden recibir otras interpretaciones de acuerdo con el patrón que escoja el traductor. A ti te viene bien ésta, que es la clásica, porque te atrae esa asociación entre destino y carácter. Del mismo modo que no has elegido el lugar ni el tiempo en el que naciste, ni la clase social, ni la familia, ni el entorno, tampoco has elegido tu carácter. Con él tendrás que vivir toda tu vida y llegarás, en el mejor de los casos, a conocerlo algo y a poder adelantarte a sus asechanzas unas milésimas de segundo antes de que te lleve a caer en esa misma zanja a la que sueles precipitarte con insoslayable frecuencia. Heráclito se encuentra cercano a lo que las neurociencias dicen en los últimos tiempos. Somos juguetes en manos de nuestras emociones que no son sino la manifestación de nuestro carácter. ¿Dónde queda entonces la libertad? La pregunta queda para las disquisiciones que a partir de estos momentos estarán más en las mentes de los neurocientíficos que de los filósofos, pero algo puedes intuir desde tu ignorancia. Dado que no puedes dejar de ser como eres, la libertad deja de ser una cuestión interna para convertirse en algo externo al sujeto. La libertad no es ya la que tú te permites, sino la que los demás te permiten. Serás, por tanto, más libre cuanto más libre sea la sociedad en la que vivas. Si es abierta y tolerante, podrás ser tú mismo en mayor medida que si te hallas inmerso en una sociedad cerrada e intolerante, aunque debe darse por supuesto que han de establecerse límites que impidan el caos y la ley de la selva a la que los seres humanos tendemos en cuanto se nos da vía libre. Te vuelve a la cabeza esa frase latina: ducunt volentem fata, nolentem trahunt (los hados guían a quienes los aceptan y arrastran a quienes no los aceptan) y recuerdas que Heráclito es el padre precursor de los estoicos.

jueves, 13 de enero de 2011

188.

En los EE.UU. hay una mujer que cumple condena. Se libró de la pena de muerte por los pelos. Su nombre es Susan Smith. Su delito, haber ahogado voluntariamente a sus dos hijos pequeños en un coche dejándolos caer a un lago mientras dormían bien asegurados en el asiento de atrás. Era el 25 de octubre de 1995. El móvil: su novio por entonces le había escrito una carta afirmándole que la amaba, pero que se sentía incapaz de convivir con ella y los dos hijos que Susan tenía de su anterior matrimonio. Despechada, cometió el crimen. Luego dicen que los clásicos nada tienen que decir y que los humanos carecemos de algo que pervive a lo largo de los milenios. En Susan Smith retumban, como desde el fondo del Hades, las carcajadas de Medea.

miércoles, 12 de enero de 2011

187.

Este artículo aparecido en la revista digital El Catoblepas, vinculada a la escuela de Gustavo Bueno, te ha parecido muy ajustado y claro. Da una explicación sobre las condiciones sociopolíticas que originan las escuelas helenísticas de la filosofía griega. El autor trata en detalle a Epicuro y Lucrecio. Es una breve pero precisa introducción al epicureísmo. Te confirmas en tu idea de que aquella época tiene semejanzas con la que vives. Ese desencanto con el viejo régimen democrático y sus ilusiones de participación, ambos periclitados por mor de las rencillas entre griegos y de los reyes macedonios, es similar a la decepción ante las promesas de la política democrática y sus logros reales. Hundidos el socialismo real y con la socialdemocracia entre muletas, el panorama que se abre paso es aquello de sálvese quien pueda y el retorno a la búsqueda personal e intransferible. Por otro lado, la metáfora de la ética epicúrea como medicina recuerda a las Cuatro Nobles Verdades del Buda, cuyo método, como es reconocido por los estudiosos, está tomado de la medicina de su época. Ese es otro de los extremos que te recuerda el artículo: el budismo es hoy día en Occidente lo más parecido que hay a una de las viejas escuelas filosóficas helénicas. Por no decir que tanto Epicuro como el Buda se dieron cuenta de que el principal problema del ser humano es cómo gestiona sus deseos. Las soluciones son, luego, diversas. Desde la sensatez en su uso hasta la extinción.

martes, 11 de enero de 2011

186.

A tu juicio, uno de los enigmas de la modernidad, o quizá una de las pruebas de su decadencia, es la admiración sentida en amplios sectores de la clerecía laica occidental por un personaje como Friedrich Nietzsche. Confiesas que no has leído toda su obra. Hay mucho que leer, la vida es corta y debes seleccionar. No obstante, tuviste que estudiarlo a fondo para impartir aquellas clases prestadas de Historia de la Filosofía en el extinto Curso de Orientación Universitaria durante aquellos agónicos años en los que luchabas por tu supervivencia y tu dignidad intelectual en el Instituto. De Nietzsche admiraste y admiras su fase de helenista. Su proyecto intelectual emprendía una renovación de la Filología Clásica en el sentido que tú siempre has pretendido, aunque eres incapaz de llevarla a cabo porque tus capacidades intelectuales son de un nivel medio y esa tarea precisa de un monstruo como Nietzsche. Entiéndase aquí el buen sentido de la palabra “monstruo”. El nacimiento de la tragedia fue un aldabonazo en tu conciencia de adolescente y quedaste fascinado. Luego vinieron otras obras en las que el helenista sajaba con bisturí certero las entrañas de esa cultura que adoras. Pero una vez que Nietzsche hubo de abandonar la cátedra por sus problemas de salud y comenzó la peripecia de su pensar más conocido, para ti que desbarra en una pendiente que lo lleva a unas conclusiones perversas. Prueba de quién era el personaje la tienes en la contradicción entre su propuesta de moral y el hecho de que su muerte sucediera al poco de sufrir una crisis nerviosa por ver cómo se azotaba a un pobre jamelgo en la vía pública. Intuyes, con todo, que sus precedentes racistas y su antihumanismo no fueron obstáculo para la progresía occidental en razón de su famosa frase de que Dios había muerto. Que tú suscribes, pero sin continuar más allá en la senda nietzscheana. Su antisemitismo ha sido cuidadosamente ocultado con el mismo celo con el que los heideggerianos minimizan el carnet del partido de Hitler en su mascota. Lo que gusta de Nietzsche en determinados ámbitos es su tarea de destrucción, ya que es el paso previo para construir un nuevo mundo. El problema es que Nietzsche levanta acta del derrumbe de un mundo, pero sus seguidores han sido incapaces de erigir otro nuevo. Y en esas estamos, en la oscuridad y con velas, mientras en el exterior campa por sus fueros la Física cuántica.

lunes, 10 de enero de 2011

185.

Leíste en su tiempo La Regenta, de Leopoldo Alas "Clarín". Ahora te ha tocado Su único hijo (1890). La novela tiene un tono medio humorístico de modo que el dramatismo de la primera se convierte aquí en cierto sarcasmo. El argumento se centra en las peripecias de un matrimonio formado por dos cabezas huecas: una mujer prepotente e hipocondríaca y un marido tímido, sin recursos, tontarrón e inseguro. Los personajes te recuerdan a los de La Regenta. Hay aquí también una mujer en el centro desquilibrada, insatisfecha (Emma Valcárcel), un marido consentido y tonto (Bonifacio Reyes) y varios avispados, incluido un amante. El centro de la trama, no obstante, se centra en el esposo simplón y cobardica. Hay despliegue de costumbrismo propio de una pequeña ciudad en la España de fines del siglo XIX y final abrupto con una escena cuya fuerza dramática deja congelado al incauto Bonifacio. Te gustó más La Regenta, pero esta novela que acabas de terminar tampoco te deja indiferente.

La novela fue descargada legamente del Poyecto Gutenberg.

sábado, 8 de enero de 2011

184.

Es demasiado larga la entrada para este afán del blog, pero te resistes a fragmentarla. De todos modos, la mitad es el original griego. Hallas la cita en tus lecturas del historiador griego Polibio (220 a.C. - 118 a.C.). Los nombres propios no son relevantes y por el contexto se aclaran algo. La traducción, como siempre, tuya.

Polibio, Historias, IV 20-21.

20.
[1] Ἐπειδὴ δὲ κοινῇ τὸ τῶν Ἀρκάδων ἔθνος ἔχει τινὰ παρὰ πᾶσι τοῖς Ἕλλησιν ἐπ᾽ ἀρετῇ φήμην, οὐ μόνον διὰ τὴν ἐν τοῖς ἤθεσι καὶ βίοις φιλοξενίαν καὶ φιλανθρωπίαν, μάλιστα δὲ διὰ τὴν εἰς τὸ θεῖον εὐσέβειαν, [2] ἄξιον βραχὺ διαπορῆσαι περὶ τῆς Κυναιθέων ἀγριότητος, πῶς ὄντες ὁμολογουμένως Ἀρκάδες τοσοῦτο κατ᾽ ἐκείνους τοὺς καιροὺς διήνεγκαν τῶν ἄλλων Ἑλλήνων ὠμότητι καὶ παρανομίᾳ. [3] δοκοῦσι δέ μοι, διότι τὰ καλῶς ὑπὸ τῶν ἀρχαίων ἐπινενοημένα καὶ φυσικῶς συντεθεωρημένα περὶ πάντας τοὺς κατοικοῦντας τὴν Ἀρκαδίαν, ταῦτα δὴ πρῶτοι καὶ μόνοι τῶν Ἀρκάδων ἐγκατέλιπον. (…) [8] ταῦτα γὰρ πᾶσίν ἐστι γνώριμα καὶ συνήθη, διότι σχεδὸν παρὰ μόνοις Ἀρκάσι πρῶτον μὲν οἱ παῖδες ἐκ νηπίων ᾁδειν ἐθίζονται κατὰ νόμους τοὺς ὕμνους καὶ παιᾶνας, οἷς ἕκαστοι κατὰ τὰ πάτρια τοὺς ἐπιχωρίους ἥρωας καὶ θεοὺς ὑμνοῦσι· [9] μετὰ δὲ ταῦτα τοὺς Φιλοξένου καὶ Τιμοθέου νόμους μανθάνοντες πολλῇ φιλοτιμίᾳ χορεύουσι κατ᾽ ἐνιαυτὸν τοῖς Διονυσιακοῖς αὐληταῖς ἐν τοῖς θεάτροις, οἱ μὲν παῖδες τοὺς παιδικοὺς ἀγῶνας, οἱ δὲ νεανίσκοι τοὺς τῶν ἀνδρῶν λεγομένους. [10] ὁμοίως γε μὴν καὶ παρ᾽ ὅλον τὸν βίον τὰς ἀγωγὰς τὰς ἐν ταῖς συνουσίαις οὐχ οὕτως ποιοῦνται διὰ τῶν ἐπεισάκτων ἀκροαμάτων ὡς δι᾽ αὑτῶν, ἀνὰ μέρος ᾄδειν ἀλλήλοις προστάττοντες. [11] καὶ τῶν μὲν ἄλλων μαθημάτων ἀρνηθῆναί τι μὴ γινώσκειν οὐδὲν αἰσχρὸν ἡγοῦνται, τήν γε μὴν ᾠδὴν οὔτ᾽ ἀρνηθῆναι δύνανται διὰ τὸ κατ᾽ ἀνάγκην πάντας μανθάνειν, οὔθ᾽ ὁμολογοῦντες ἀποτρίβεσθαι διὰ τὸ τῶν αἰσχρῶν παρ᾽ αὐτοῖς νομίζεσθαι τοῦτο. [12] καὶ μὴν ἐμβατήρια μετ᾽ αὐλοῦ καὶ τάξεως ἀσκοῦντες, ἔτι δ᾽ ὀρχήσεις ἐκπονοῦντες μετὰ κοινῆς ἐπιστροφῆς καὶ δαπάνης κατ᾽ ἐνιαυτὸν ἐν τοῖς θεάτροις ἐπιδείκνυνται τοῖς αὑτῶν πολίταις οἱ νέοι.

21.
[1] ταῦτά τέ μοι δοκοῦσιν οἱ πάλαι παρεισαγαγεῖν οὐ τρυφῆς καὶ περιουσίας χάριν, ἀλλὰ θεωροῦντες μὲν τὴν ἑκάστων αὐτουργίαν καὶ συλλήβδην τὸ τῶν βίων ἐπίπονον καὶ σκληρόν, θεωροῦντες δὲ τὴν τῶν ἠθῶν αὐστηρίαν, ἥτις αὐτοῖς παρέπεται διὰ τὴν τοῦ περιέχοντος ψυχρότητα καὶ στυγνότητα τὴν κατὰ τὸ πλεῖστον ἐν τοῖς τόποις ὑπάρχουσαν. (…) [3] βουλόμενοι δὲ μαλάττειν καὶ κιρνᾶν τὸ τῆς φύσεως αὔθαδες καὶ σκληρόν, τά τε προειρημένα πάντα παρεισήγαγον, καὶ πρὸς τούτοις συνόδους κοινὰς καὶ θυσίας πλείστας ὁμοίως ἀνδράσι καὶ γυναιξὶ κατείθισαν, ἔτι δὲ χοροὺς παρθένων ὁμοῦ καὶ παίδων, [4] καὶ συλλήβδην πᾶν ἐμηχανήσαντο, σπεύδοντες τὸ τῆς ψυχῆς ἀτέραμνον διὰ τῆς τῶν ἐθισμῶν κατασκευῆς ἐξημεροῦν καὶ πραΰνειν. [5] ὧν Κυναιθεῖς ὀλιγωρήσαντες εἰς τέλος, καὶ ταῦτα πλείστης δεόμενοι τῆς τοιαύτης ἐπικουρίας διὰ τὸ σκληρότατον παρὰ πολὺ τῆς Ἀρκαδίας ἔχειν ἀέρα καὶ τόπον, πρὸς αὐτὰς δὲ τὰς ἐν ἀλλήλοις διατριβὰς καὶ φιλοτιμίας ὁρμήσαντες, [6] τέλος ἀπεθηριώθησαν οὕτως ὥστε μηδ᾽ ἐν ὁποίᾳ γεγονέναι τῶν Ἑλληνίδων πόλεων ἀσεβήματα μείζονα καὶ συνεχέστερα.

20.
[1] Dado que los arcadios tienen comúnmente cierta fama entre los griegos por su virtud, no sólo en cuanto a su hospitalidad y la humanidad de sus costumbres y vidas, sino fundamentalmente por su respeto a los dioses, [2] merece la pena plantearnos brevemente la brutalidad de los cineteos y cómo, siendo evidentemente arcadios, tan distintos fueron en aquellos tiempos respecto a los demás griegos por su crueldad y sus transgresiones. [3] A mi juicio, aquéllos, y no otros, fueron los primeros y los únicos de los arcadios que abandonaron unas instituciones establecidas por sus antepasados y celebradas de forma natural por todos los habitantes de Arcadia. Dedicarse a la música, [4] a la verdadera música, es una actividad beneficiosa para todos los seres humanos, pero en el caso de los arcadios es algo también necesario. (…) [8] Todo el mundo está acostumbrado y al corriente de estas cosas: que, en primer lugar, sólo entre los arcadios y por ley los niños desde muy pequeños son habituados a cantar los himnos y los peanes, cada uno de los cuales conforme a las costumbres patrias celebran a los dioses y héroes locales. [9] Luego, mientras aprenden las leyes de Filóxeno y Timoteo, con enorme pundonor danzan anualmente con los flautistas de Dioniso en los teatros, los niños en certámenes infantiles, los jóvenes en los denominados adultos. [10] Del mismo modo también, a lo largo de toda su vida se procuran distracción en sus banquete no tanto a través de interpretaciones foráneas, como propias, cantando unos con otros alternativamente. [11] Estiman que nada hay de vergonzoso en aceptar que ignoran por completo las otras materias; del canto, sin embargo, no pueden negarlo por haber sido obligados todos a aprenderlo, ni reconocer que lo abandonan, porque este hecho es considerado una vergüenza entre ellos. [12] Y es cierto que los jóvenes se presentan ante sus conciudadanos desfilando al son de la flauta en formación militar y danzan magistralmente en los teatros cada año con el apoyo y el soporte económico del estado


21.
[1] Creo que estas prácticas se las introdujeron los antiguos no por molicie o lujo, sino al observar cómo todos trabajaban con sus propias manos y, en general, cómo su vida era penosa y dura, y asimismo al percibir la rudeza de sus caracteres, consecuencia para ellos de la humedad de su entorno y la lobreguez de la mayor parte de su país. (…) [3] En cuanto a los arcadios, con la intención de suavizar y rebajar la inflexibilidad y rigidez de la naturaleza, introdujeron todas las costumbres anteriormente mencionadas, y junto a éstas habituaron a sus conciudadanos a numerosísimas reuniones generales y celebraciones religiosas, iguales para hombres y mujeres, al tiempo que a danzas de muchachas y muchachos. [4] Por resumir, todo se lo ingeniaron diligentemente para amansar y suavizar lo despiadado de sus existencias a través de la disposición de esas costumbres. [5] Los cineteos, descuidando totalmente esos hábitos, aunque respecto a lo dicho necesitaran de semejante ayuda, dada la enorme inclemencia que padece Arcadia en su clima y su situación, y arrojados sobre sus mutuos y particulares afanes y su orgullo, [6] finalmente se volvieron tan salvajes que en ninguna otra de las ciudades griegas sucedieron mayores y más continuados sacrilegios.

viernes, 7 de enero de 2011

183.

Hace algunos años viajaste a Noruega. Estuviste en Oslo y en algún otro sitio. Era fines de verano, lo que convertía la ruta en un agradable paseo primaveral. Una mañana pateabas la Karl Johansgate, la calle principal de la capital noruega. Y advertiste cómo la entrada a la Universidad de Oslo, en la mencionada calle, regalaba al observador el frontón y las columnas de un templo griego. Te evocó la entrada del edificio de la Academia en Atenas. Podrías iniciar ahora una enumeración que asimilase el saber, la organización social, con su corolario del imaginario sobre el poder, y otras circunstancias con la arquitectura griega de la Antigüedad. En todo caso, no está de más recordar que eso es, precisamente, lo que tienen en común un noruego y un griego de nuestros días. Son obvias las diferencias de climas, costumbres, caracteres y demás agregados de la existencia humana. Lo que enlaza la frialdad de Escandinavia con la templanza de las costas mediterráneas es la tradición cultural europea. Ese frontón significa lo mismo también para franceses, alemanes, eslovacos, italianos, británicos y demás batiburrillo de anclajes emotivos. Por eso Europa estará unida cuando seamos conscientes de que somos herederos de una misma tradición cultural. En la que, por cierto, también se incluye la cruz, mal que les pese a ciertos redentores de la especie humana. Mientras tanto, flores.

jueves, 6 de enero de 2011

182.

¿La vida es hermosa, patética, triste, amable, tornadiza, excepcional, movida, costosa, dura, cabrona, estúpida, traidora, alegre...? La vida es.

miércoles, 5 de enero de 2011

181.

Esta noche se celebra la Navidad en Egipto. Allí reside un núcleo esforzado. Son los coptos, descendientes de aquellos cristianos que resistieron con su monofisismo a la ortodoxia de Bizancio y a los embates del Islam. Están acostumbrados a sobrevivir contra los fuertes. Ahora, de nuevo, son acosados y asesinados. Y, novedosamente, ya no están a salvo en países ajenos a su cuna, ya no están a resguardo en ese exilio al que han sido sometidos en razón de la evidente intolerancia de los musulmanes. Han recibido amenazas en Holanda y Francia por parte de terroristas islámicos. Tienen los criminales hasta sus nombres y direcciones. Aunque no te reconozcas cristiano ejerciente, no dejas de sentir ternura por una grupo humano que escribe sus textos litúrgicos en un alfabeto derivado del griego y usan en sus templos la vieja lengua de los faraones, salvada por su fe del desastre provocado por el Islam. Que su Dios les bendiga y proteja, ya que nadie más parece hacerlo.

martes, 4 de enero de 2011

180.

¿Cómo conjuntar el budismo con tu amor por los seres queridos, por el mundo helénico, por lo europeo, por la cultura occidental, por las tierras con brumas y lluvia, por la música de Jean-Baptiste Lully, por los cuadros de los impresionistas franceses, por la buena literatura, por tantas y tantas cosas hermosas? A veces has pensado que eran incompatibles. Pero no lo son. La esencia del budismo es la sabiduría que te hace ver la auténtica realidad. Esa esencia es el vacío. O la nada, si quieres hablar en lengua comprensible a la tradición occidental. La clave consiste en no olvidar que todo aquello que amas es efímero. Importante para ti, pero efímero. Como todo lo que existe. Al final, llegará un momento en que Platón, Noruega o Monet no serán nada. Que esto es así, no resulta nada nuevo. Todo el mundo lo sabe y sin embargo, eso no ha significado la renuncia a los objetos amados. Sigue amándolos, pero intenta hacerlo con soltura, siendo consciente que ellos, como tú, no son más que un sueño de impermanencia en el océano del vacío.

lunes, 3 de enero de 2011

179.

El otoño caía sobre Atenas. Noviembre iba deshojando sus días envueltos en la humedad de la lluvia y el olor de la hierba empapada a punto de convertirse en el abono que daría nueva vida para la próxima primavera. El camino desde el modesto hotel donde os alojabais hasta la biblioteca de aquel centro de investigaciones científicas cruzaba el Jardín Nacional. Tus paseos camino del lugar donde pasarías las siguientes horas embutido entre estanterías de libros y revistas estaban aromatizados por el olor a hierba húmeda y a tierra mojada. Tu alma era un hervidero de sensaciones. Predominaba la suavidad de sentirse libre y de cumplir un sueño; pero también te atenazaban la amargura y el temor. Los primeros porque creías que estabas haciendo aquello que realmente era tu vocación: dedicarte a investigar y vivir en el extranjero. Los segundos porque en tu casa quedaban una esposa, un niño recién nacido y un trabajo en un instituto de bachillerato que estaba empezando a hundirte en la desolación. Era éste un panorama alejado de tus ansias primeras, en el que habías caído por la debilidad de tu carácter y de cuya liberación no te sentías capaz. La estancia en Atenas había sido una idea de tu amigo. Consistía en pedir una especie de beca y pasar unos meses recogiendo bibliografía para algunos trabajos que estábamos realizando. Os la concedieron junto con tres meses de permiso. Eran otros tiempos en los que ser profesor de bachillerato aún connotaba un interés más allá de las elementales rutinas que requiere un nivel ínfimo en los saberes. En tu caso, el trabajo era la tesis y qué mejor lugar que Atenas para recopilar información sobre el mundo bizantino. Fue un mes entero de noviembre donde se mezclaron mañanas de lectura y fotocopias con tardes y noches frecuentando los conocidos que teníamos en la capital griega. Nunca olvidarás aquellas mañanas de otoño en Atenas percibidas como una sacudida de aire fresco en tu alma, que se desvanecía entre los resquicios de la angustia. Durante uno de aquellos trayectos matutinos, fuiste mentalmente redactando un poema, aunque llamar poema a aquello fue bastante pretencioso por tu parte. Cuando llegaste a la biblioteca, lo pusiste por escrito. Aquella tarde tu amigo lo tradujo a una de las personas que más os acompañaba en vuestras correrías por tavernas y rincones de diverso tipo. Sólo recuerdas unas palabras de aquellos pseudo-versos mal concebidos y peor expresados: Nunca pensé que la felicidad / estuviera tan próxima a la nada. En aquellos años, esas palabras fueron sólo una intuición.