jueves, 31 de marzo de 2011

255.

Otra novela de Don Pío Baroja. Zalacaín el aventurero. Nuevas andanzas de vascos. Esta vez por sus tierras del norte, con ese distanciamiento de las mitologías étnicas tan propio de él. Fabulosas las pinceladas sobre la caterva carlista con su pretendiente en vanguardia. Sigues adorando a Don Pío. Y sobresalto de retrogusto con aromas de exquisito vino añejo cuando ves las huellas de Homero en este pasaje. Y no puedes evitar poner en espejo con su original en traducción, como siempre, tuya:

A media noche, se preparaba Martín a montar a caballo, cuando se presentó Catalina con su hijo en brazos.
— ¡Martín! ¡Martín! —le dijo sollozando—. Me han asegurado que quieres ir con el ejército a subir a Peñaplata.
— ¿Yo?
— Sí.
— Es verdad. ¿Y eso te asusta?
— No vayas. Te van a matar, Martín. ¡No vayas! ¡Por nuestro hijo! ¡Por mí!
— Bah, ¡tonterías! ¿Que miedo puedes tener? Si he estado otras veces solo, ¿qué me va a pasar, yendo en compañía de tanta gente?
— Sí, pero ahora no vayas, Martín. La guerra se va a acabar en seguida. Que no te pase algo al final.
— Me he comprometido. Tengo que ir.
— ¡Oh, Martín! —sollozó Catalina—. Tú eres todo para mí; yo no tengo padre, ni madre, ni tengo hermano, porque el cariño que pudiese tenerle a él lo he puesto en ti y en tu hijo. No vayas a dejarme viuda, Martín.
— No tengas cuidado. Estáte tranquila. Mi vida está asegurada, pero tengo que ir. He dado mi palabra…
— Por tu hijo…
— Sí, por mi hijo también… No quiero que, andando el tiempo, puedan decir de él: «Este es el hijo de Zalacaín, que dió su palabra y no la cumplió por miedo»; no, si dicen algo, que digan: «Este es Miguel Zalacaín, el hijo de Martín Zalacaín, tan valiente como su padre… No. Más valiente aún que su padre.»
Y Martín, con sus palabras, llegó a infundir ánimo en su mujer, acarició al niño, que le miraba sonriendo desde el regazo de su madre, abrazó a ésta y, montando a caballo, desapareció por el camino de Elizondo

Ἕκτορ ἀτὰρ σὺ μοί ἐσσι πατὴρ καὶ πότνια μήτηρ
ἠδὲ κασίγνητος, σὺ δέ μοι θαλερὸς παρακοίτης·
ἀλλ᾽ ἄγε νῦν ἐλέαιρε καὶ αὐτοῦ μίμν᾽ ἐπὶ πύργῳ,
μὴ παῖδ᾽ ὀρφανικὸν θήῃς χήρην τε γυναῖκα·
λαὸν δὲ στῆσον παρ᾽ ἐρινεόν, ἔνθα μάλιστα
ἀμβατός ἐστι πόλις καὶ ἐπίδρομον ἔπλετο τεῖχος.
(…)
τὴν δ᾽ αὖτε προσέειπε μέγας κορυθαίολος Ἕκτωρ
ἦ καὶ ἐμοὶ τάδε πάντα μέλει γύναι: ἀλλὰ μάλ᾽ αἰνῶς
αἰδέομαι Τρῶας καὶ Τρῳάδας ἑλκεσιπέπλους,
αἴ κε κακὸς ὣς νόσφιν ἀλυσκάζω πολέμοιο·
οὐδέ με θυμὸς ἄνωγεν, ἐπεὶ μάθον ἔμμεναι ἐσθλὸς
αἰεὶ καὶ πρώτοισι μετὰ Τρώεσσι μάχεσθαι
ἀρνύμενος πατρός τε μέγα κλέος ἠδ᾽ ἐμὸν αὐτοῦ.
εὖ γὰρ ἐγὼ τόδε οἶδα κατὰ φρένα καὶ κατὰ θυμόν·
(…)
αὐτὰρ ὅ γ᾽ ὃν φίλον υἱὸν ἐπεὶ κύσε πῆλέ τε χερσὶν
εἶπε δ᾽ ἐπευξάμενος Διί τ᾽ ἄλλοισίν τε θεοῖσι·
Ζεῦ ἄλλοι τε θεοὶ δότε δὴ καὶ τόνδε γενέσθαι
παῖδ᾽ ἐμὸν ὡς καὶ ἐγώ περ ἀριπρεπέα Τρώεσσιν,
ὧδε βίην τ᾽ ἀγαθόν, καὶ Ἰλίου ἶφι ἀνάσσειν·
καί ποτέ τις εἴποι πατρός γ᾽ ὅδε πολλὸν ἀμείνων
ἐκ πολέμου ἀνιόντα· φέροι δ᾽ ἔναρα βροτόεντα
κτείνας δήϊον ἄνδρα, χαρείη δὲ φρένα μήτηρ.

[Habla Andrómaca:] “Pero, Héctor, tú eres mi padre, mi venerable madre y mi hermano; tú eres mi vigoroso marido. Vamos, ten compasión ahora de mí y quédate en la torre. No dejes a un hijo huérfano y a una mujer viuda. Detén tu hueste junto a la higuera salvaje, donde es más accesible la ciudad y donde había un muro fácil de escalar.”
(…)
A su vez, le dirigió la palabra el gran Héctor, de resplandeciente casco: “Bien cierto es que a mí también todo eso me preocupa, mujer; pero siento una terrible vergüenza de huir lejos de la batalla como un cobarde ante los troyanos y las troyanas de largos peplos. No me lo ordena mi corazón porque aprendí a ser valiente y a luchar siempre en primera fila con los troyanos en pos de una gran gloria para mi padre y para mí mismo. Bien lo saben mi corazón y mi ánimo”.
(…)
[Continúa Héctor:] Entonces, él, tras besar a su amado hijo y mecerlo en sus brazos, dijo alzando una súplica a Zeus y a los demás dioses: “¡Ζeus y los demás dioses! Concededme que este hijo mío llegue a ser también como yo, famoso entre los troyanos, valiente con su fuerza, y que gobierne Ilión con su poder. De ese modo, alguien podrá decir alguna vez: ‘Éste es mucho mejor que su padre cuando volvía de la batalla'. Y ojalá traiga, después de haber matado a un enemigo, sus ensangrentados despojos y se alegre el corazón de su madre.”


Homero, Ilíada, VI 429-435 / 440-447 / 474-481
Pío Baroja, Zalacaín el aventurero, pp. 141-142; leído en edición digital descargada legalmente de http://www.feedbooks.com/book/3282/zalaca%C3%ADn-el-aventurero.

miércoles, 30 de marzo de 2011

254.

La mayoría, casi todos aquellos venían a verte con una sonrisa en los labios y las ganas de asistir a las muestras de tu poder en la desgracia miraban hacia otro lado cuando la mención al abandono de tu esposa brotaba en la conversación. Ella te había dejado unos pocos días antes de recibir el alta. Finalmente, tras cinco meses, te dejaban regresar a tu casa, sin embargo, tu estado estaba bastante lejos de considerarse satisfactorio. No te podías levantar de la cama y tu futuro era incierto debido a las secuelas de la enfermedad. Tras la escapada de tu mujer quedaron dieciocho años de matrimonio, unos hijos y un hogar a los que te habías dedicado con una actitud que hubiera dejado a las feministas más resentidas con la expresión de una perplejidad babeante. Aquella tarde sin final, la ambulancia te devolvió a la casa de tus padres y a la memoria de unos años que considerabas ya superados en el abismo del pasado oscuro. De nuevo te sentías un niño y bien sabías que tu infancia, en general, no fue una experiencia agradable. En aquellos momentos, el mundo parecía hundirse bajo tus pies y pronto te diste cuenta de que el asunto de la separación provocaba malestar en los otros. Unos no seguían el tema y empezaban a hablar de otros asuntos; otros callaban y miraban al suelo; otros justificaban su actitud y pedían comprensión y hubo quien llegó a decirte que su situación era peor que la tuya, ya que a fin de cuentas tú estabas rodeado de una familia que cuidaba de ti. Sólo tus más próximos y alguno que cayó del caballo y vio la luz llegaron a otras conclusiones. Pronto percibiste que tus desahogos sólo eran posibles delante de contadísimas personas y que era mejor no hablar del asunto delante de quienes acudían a tu lado con un obsequio y con los deseos de verte mejorar y emprender una nueva vida. Aquello era una especie de tabú. Llegaste a pensar que tras esa actitud se escondía el miedo a actuar como lo había hecho ella si se diese la circunstancia. Estás de acuerdo en que la ética dominante siempre ha sido quebrantada en toda época, pero la presión social impedía el reconocimiento de esa falla e incluso en muchos casos la evitaba. Hoy en día se interpreta como sinceridad y espontaneidad lo que no es sino egoísmo y falta de compasión. Y esto es también símbolo de decadencia, de la mayor de las decadencias.

martes, 29 de marzo de 2011

253.

Para Kadaré, la Ilíada narra la guerra entre las guerras, aquella que, a pesar de poder contabilizarse más de 14.500 conocidas, ha traspasado los siglos. Es la guerra por antonomasia. Su pequeño ensayo rastrea las causas de esa preferencia y las encuentra en el arrepentimiento ante la matanza que Homero plasma en la obra, su ausencia de odio y la imparcialidad con que la aborda. Estás de acuerdo con la imparcialidad y la ausencia de odio, pero no aceptas esas visiones postmodernas de la Ilíada, aun cuando son legítimas en función de esa virtud que tienen los clásicos de ofrecer una interpretación nueva y viva en cada generación. Ya dijiste en otro momento que la Ilíada es para ti un símbolo de la vida misma. La vida es una guerra donde el azar (nuestro nombre moderno para los viejos dioses homéricos) se enseñorea y donde sólo los más fuertes sobreviven. Esa fortaleza no es sinónimo de prepotencia, sino de valor ante el momento de la derrota e incertidumbre en el instante de la victoria. La vida es cruel, despiadada, no tiene misericordia con nadie ni se somete a criterios morales, simplemente, como ya has dicho, actúa sobre el mortal de manera ciega. Para ti ése es el motivo de la vigencia de la Ilíada: nos enseña a una forma de vivir cuando sólo contamos con nuestras pobres fuerzas de seres mortales.

Ismaíl Kadaré, La cólera de Aquiles, Madrid, Katz, 2011

lunes, 28 de marzo de 2011

252.

Entiendes el valor de la Historia. Tus amados historiadores griegos y bizantinos lo advierten desde siempre. La fuerza de la Historia. Como ya has dicho, los colectivos humanos necesitan de los mitos para estar cohesionados. Hundidos los dioses en el baúl de los pasados, aparece la ciencia como sustituto. Pero he aquí que los sacerdotes del poder fácilmente, dada la plasticidad de la razón, fundamento de la ciencia, hacen retornar la Historia a los viejos mitos. Y crean nuevos clanes, nuevas tribus sobre héroes que nunca existieron. Hoy, cuando sabemos que los héroes nunca existieron. Este vídeo te ha puesto los pelos de punta. El fondo musical de una marcha de Semana Santa con una pátina de funeral es apropiado. Y el contenido, diáfano. Como dijo Jon Juaristi, sobre la tumba de los caídos por el mito habrá sólo una epitafio: Nuestros padres nos mintieron. Y con sus padres, los padres de los demás. Unos por traición y otros por cobardía.

domingo, 27 de marzo de 2011

251.

Se te antoja que el siguiente estadio de la evolución humana vaya por el sendero de una mayor independencia y autonomía del individuo. Es una intuición, ya que ni tienes la formación ni las ganas para enfrascarte en una indagación que la fundamente y demuestre. Ese proceso que va a poner el individuo sobre el colectivo viene dándose en Occidente durante los últimos quinientos años. Y no puedes olvidar que Occidente es la avanzadilla del progreso. La sumisión del individuo al grupo tiene un sentido evolutivo en la preservación del clan. Cuando las circunstancias materiales y mentales de la humanidad van permitiendo mejores entornos de supervivencia, es normal que surja otra forma de estar en el mundo y que en ese contexto, la individualidad vaya ganando terreno sobre el clan. Lo cual no quita para que el ser humano necesite vivir en sociedad. Pero las relaciones dentro de esa tribu crees que irán poco a poco cambiando en el sentido que has señalada al inicio.

sábado, 26 de marzo de 2011

250.

No otra cosa que barroco contemporáneo es lo que encuentras en los dos libros que has afrontado de Herta Müller, Premio Nobel del año 2010. La primera novela (El hombre es un gran faisán en el mundo) fue concluida con el deseo ver su lectura terminada. En la segunda que afrontaste (La bestia del corazón) tus ojos no pasaron de las primeras cuarenta páginas, aun así, sometidas al esfuerzo de tu voluntad. Se aprecia una lengua rica y un estilo poderoso en su concisión, pero la maraña del fraseo oculta la trama y la lectura se vuelve un pequeño infierno. Siempre habrá quien diga que no eres buen lector y que no amas la buena literatura. Sospecho, no obstante, que pasados algunos siglos James Joyce o Herta Müller, como tantos otros, serán mirados con los mismos ojos que aquellos poetas de la Roma postclásica que intentaban atraer el desinterés y la saturación del público mediante piruetas formales. El drama de los alemanoparlantes asentados en Rumanía durante el período comunista sólo necesitaba de un narrador, no de un orfebre.

Herta Müller, El hombre es un gran faisán en el mundo, trad. Juan José del Solar, Madrid, Siruela, 2009. La bestia del corazón, trad. Bettina Blanch Tyroller, Madrid, Siruela, 2009.

viernes, 25 de marzo de 2011

249.

Vives una época barroca, casi manierista. En esa eterna tensión mantenida por la forma y el fondo, las épocas barrocas se abisman en las marañas de la expresión y llevan al límite sus virtualidades. Cambian, como es habitual, los medios; pero el recurso es idéntico. De acuerdo que el arte es forma, que los temas son limitados y siempre los mismos, pero las épocas barrocas son conscientes de que los mensajes eternos carecen de valor o se hallan decrecidos en su vigencia y se aprestan con fervor a ganar con su expresión lo que de irrelevante tiene su contenido.

jueves, 24 de marzo de 2011

248.

Te enteras de que un antiguo combatiente de la II Guerra Mundial llamado Alistair Urquhart escribió un libro sobre su experiencia. The forgotten Highlander es el título. Fue capturado como prisionero muy pronto y pasó el resto del conflicto en manos japonesas, de un lado a otro y sobreviviendo milagrosamente a través de mil peripecias. Nunca habló de aquello hasta que a sus noventa años empezó a dejarlas por escrito. En su libro describe minuciosamente los horrores que hubo de sufrir a manos de sus captores. La letanía de suplicios es aterradora. Y te preguntas cómo es posible que un pueblo como el japonés pudiera haber llegado a esa magnitud en su maldad. Con su testimonio, la imagen ofrecida por las filmografías norteamericana y británica se queda corta. Razón de más para sentir una punzada en tu corazón. ¿Cómo puede alguien educado en una sensibilidad que se recrea en la visión de la luna llena cometer las atrocidades que se relatan? ¿Cómo es posible que alguien pueda alcanzar tales niveles de inhumanidad cuando ha sido amamantado en una cultura capaz de recoger en unos brevísimos versos toda la sensibilidad de la naturaleza y su impacto sobre el alma humana abierta al cosmos? Te ocurre lo mismo con Alemania y Austria. Es la eterna cuestión. Pueblos cultos y sensibles arrojados a la barbarie. Te consuela algo pensar que no hicieron nada nuevo y que la historia de la humanidad es la repetición constante de episodios como los campos de concentración o la ocupación japonesa de China. Quizá el gran pecado de Japón y de la Gran Alemania nazi fuera que perdieron la guerra. No lo sabes con seguridad. Tal vez sea así…

miércoles, 23 de marzo de 2011

247.

Para Jean-Paul Sartre, el hombre está condenado a actuar ejecutando el proyecto de sí mismo en la existencia, cuyo fundamento reside en el espacio de libertad que deja la retirada del concepto de Dios y la aparición de la nada. Albert Camus aboga, igualmente, por la acción, asumiendo que, una vez descartada la hipótesis del suicidio, al ser humano sólo que queda la opción de vivir llevando al límite las capacidades de su existencia. Ya dijiste que entiendes la Ilíada como un trasunto de la vida humana, como el poema de la vida, como la plasmación literaria de lo esencial humano. Dijiste que los dioses griegos dejaban al hombre sin consuelo ni salvación, por lo que su forma de afrontar la existencia era similar a la moderna, no importa el abismo de los milenios y de los entornos. Crees que la Ilíada es el poema de la acción, que es lo único que puede quedarle al hombre abandonado y enfrentado con su propia caducidad. Si enlazaras ambos extremos, podrías afirmar que el existencialismo es la manifestación moderna de aquella mentalidad de los héroes de la epopeya helénica y podrías llegar a afirmar que esa corriente de pensamiento es la afloración de un viejo torrente que ha fluido por los entresijos del mundo occidental desde los tiempos de Homero. Por una vez y sin que sirva de precedente, tendría razón Sartre cuando afirmaba que el existencialismo es un humanismo. Sería el viejo humanismo de siempre, el humanismo griego.

martes, 22 de marzo de 2011

246.

No entiendes a las feministas. No comprendes ese interés en anular la maternidad, que es la esencia de la mujer. Si la mujer tiene el cerebro diferente al del varón y si, por lo tanto y por lo general, son más pacíficas, más dialogantes, más tiernas, más realistas, más sensatas, más acogedoras, más listas, más prácticas, más templadas, más moderadas y demás adjetivos que se puedan mencionar es porque están programadas para dar a luz y cuidar de la más débil de las criaturas vivas en razón de su prolongadísimo período de desarrollo. Y con esto no dices que la mujer sin maternidad está incompleta, tanto si la naturaleza la ha privado de esa capacidad, como si es una decisión voluntaria. En este último caso, como persona antes que mujer, tiene derecho a decidir el rumbo de su vida. La causa, justamente, de que las feministas rechacen el esencial papel de la maternidad reside en que saben perfectamente que mientras las mujeres sigan su instinto natural, será más difícil que se porten como machos y los guillotinen para ponerse en su lugar. A fin de cuentas, el feminismo no es sino el viejo marxismo con ropajes nuevos, y eso de revoluciones, de exterminios, de quítate tú para ponerme yo que ahora me toca a mí les va.

lunes, 21 de marzo de 2011

245.

Dos libros que reseñar. Por un lado, una obrita histórica de Valerio Massimo Manfredi sobre la tumba de Alejandro Magno, en su línea habitual. No es nada del otro mundo. Hay un recorrido superficial sobre la peripecia de la última morada del gran rey macedonio en un estilo periodístico. Interesante, pero te deja la sensación de haber esperado algo más. Luego, has leído La voluntad de Azorín. Sabías que estaba influido por Schopenhauer, uno de tus filósofos. Sólo el título ya lo evoca. Se trata de una obra extraña, que se puede calificar de novela porque esa denominación cada vez acoge mayores indeterminaciones en lo tocante a su esencia. Con todo, la trama es mínima. Es, más bien, una sucesión de reflexiones sobre la vida muy influida por Schopenhauer en torno a un protagonista cuyo apellido será adoptado por Martínez Ruiz como pseudónimo. Lo lees con cierto aburrimiento, por más que pretenda ser un reflejo en la ficción del pensamiento del alemán. Y te deja la duda de si Azorín acepta o rechaza las enseñanzas de Schopenhauer, dado que el protagonista, al final, cansado de su continuo cuestionarse la existencia, acaba por vivir totalmente adocenado, ajeno a la voluntad en sentido schopenhaueriano y ofreciendo un aspecto deplorable.

Valerio Massimo Manfredi, La tumba de Alejandro, Barcelona, Grijalbo, 2011.
Azorín, La voluntad, leída en versión digital descargada legalmente de http://www.librodot.com/getbook.php?num=9080&type=pdf

sábado, 19 de marzo de 2011

244.

El laicismo lo tiene complicado. Su presupuesto esencial es que la religión debe ser una opción personal y privada. El culto debe ejercerse de forma particular y los dogmas no deben trascender más allá del compromiso personal del creyente. Plantearse así el fenómeno religioso es erróneo. La religión antes que un consuelo personal, es un elemento de cohesión social. Un reciente estudio demuestra que la sensación de bienestar producida por la religión se basa en el sentimiento confortable que da sentirse miembro de una comunidad. Por otro lado, el libro de Nicholas Wade (ver entrada número 52) ha demostrado que la religión es uno más de los recursos adaptivos de la especie humana para salvaguardar la supervivencia individual acogiéndola dentro la supervivencia del grupo. Bien se ve en esta Andalucía que sufres donde las cofradías son una versión de club social, donde lo religioso es sólo la excusa para el encuentro. Con que los cientos de miles de cofrades tuvieran una ligera pátina del cristianismo originario, esta tierra sería un pequeño paraíso. Puestas así las cosas, la religión o es colectiva y pública o no es. La resolución del problema es difícil. Quizá lo mejor sería aceptar una sociedad pluriconfesional y someter a los ciudadanos a una ley lo más cercana posible a unos criterios generales. Lo demás es sectarismo de quienes quieren sustituir, como ya has dicho antes, una vieja religión por otra nueva con los mismos fundamentos, pero diferentes formas.

viernes, 18 de marzo de 2011

243.

No les gustó, a tenor de lo que se dice en la cubierta del libro, el contenido a esos ayatolás franceses envueltos en la piel republicana. Ellos siempre tan tolerantes, en la tradición plurisecular de su religión. Acusaron a Sylvain Gouguenheim, su autor y profesor de Historia Medieval en la École Normale Supérieure de Lyon, de alentar el choque de civilizaciones. Pues si es así, bienvenido sea. Tuviste noticia del libro en un artículo de la revista digital El Catoblepas. Su pecado es derruir uno de los mitos que han orlado el Islam medieval de amor al conocimiento. En primer lugar, la sabiduría griega fue traducida al árabe gracias a los cristianos que habitaban las tierras asoladas por la conquista musulmana. Fueron cristianos de lengua siríaca los que frecuentaban las cortes de los soberanos musulmanes como médicos, filósofos, matemáticos, astrónomos. La religión les impidió a los dominadores acercarse a todo lo que no fuera algo de ciencias y matemáticas. Por otro lado, en Europa hay una tradición ininterrumpida de interés por el mundo griego. Los diferentes Renacimientos durante la Edad Media dan fe de ello. Las traducciones del árabe al latín de obras griegas fueron malas versiones de originales que ya corrían por los monasterios europeos desde fines del Imperio de Occidente. Finalmente, Bizancio tuvo con Occidente una continua relación que supuso un trasvase de conocimientos helénicos. Lo que más ha enervado a los ayatolás de traje y chaqueta es la conclusión del autor de que entre el Islam y occidente no hay posible compromiso, y que la civilización islámica es un bloque cerrado donde no hay más interés que el Corán y sus fieles.

Sylvain Gouguenheim, Aristóteles y el Islam. Las raíces griegas de la Europa cristiana, Madrid, Gredos, 2009.

jueves, 17 de marzo de 2011

242.

Las relaciones de vasallaje perviven. Antes era el señor feudal y el vasallo; hoy es el estado y el supuesto ciudadano. Al vivir entre el pueblo, el campo y Sevilla, te venía bien renovar el carnet de conducir y tener un coche, por más que los odies. Como tienes una minusvalía, te interesaba acceder a su reconocimiento para poder tener un IVA reducido tanto en la adquisición del coche como en el gasto por la adaptación. Tras un largo proceso en el que tuviste incluso que recurrir al Defensor del Pueblo, acudiste en Córdoba a la cita en la oficina competente. Allí fuiste sometido a un interrogatorio por parte de una psicóloga, una asistente social y un médico. Tuviste que desnudarte anímicamente, fuiste interrogado sobre tu intimidad, tus sentimientos, tus circunstancias vitales, personales y emotivas. Cuando saliste de allí tenías la sensación de haber vendido tu alma al diablo a cambio de un 4 % de IVA en lugar del 16%. No te cansabas de repetir que sólo querías un reconocimiento oficial de tu minusvalía para comprar un coche y sufragar el gasto de la adaptación posterior, pero el interrogatorio no menguaba su intensidad ni sus minuciosidades. Te diste cuenta de cómo el estado se apropia de tu alma para darte unas migajas. Por cierto, el proceso desde que entregaste el primer papel hasta que tuviste tu carnet en el bolsillo se cobró un año y medio de tu vida. Y, por efecto de la incuria generalizada de esta tierra, al final tuviste que pagar el 16 % de IVA en el coche nuevo. Suele pasar, al final el señor feudal con su tinglado consigue lo que desea: vivir bien a costa de engañar al mísero vasallo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

241.


No has podido mencionarlo antes porque no querías interrumpir las entradas sobre la instrucción pública. Las palabras aletean por todas partes y no es necesario sumar otras nuevas. Sabes que los japoneses saldrán adelante. El monte Fuji está ahí, observándoles. Y no pueden defraudarle.

martes, 15 de marzo de 2011

240.

Sobre la instrucción pública
IV y último
Y llegaste a no saber qué hacer. Como buen funcionario a la antigua usanza, eras leal a tus superiores y consciente de tu oficio. Así que empezaste a estudiar los nuevos métodos. Intentaste con todas tus fuerzas aplicarlos al aula. Y todo fue un fracaso. Empezando porque la realidad de una Administración sobrepasada en su deseo por cumplir la utopía socavaba desde sus cimientos todo ese edificio tan bellamente erigido en los papeles. Acabaste intentando que los alumnos hicieran un juego de la oca con los viajes de Odiseo y sólo lograste que los compañeros martirizaran a un pobre muchacho con dotes de dibujante que te hizo una labor magistral. Es sólo un ejemplo, ente muchos otros, que te resultó tremendamente doloroso. Ya estábamos en lo de siempre: destrucción de lo tradicional, fracaso de la alternativa y una sociedad al borde del abismo. Con todo, mantuviste tu integridad en aquel infierno destemplado dominado por una violencia soterrada que con frecuencia salía a la luz y provocaba amenazas de la Inspección, amenazas de los padres, amenazas de la directiva y resignación de tus compañeros. Hasta que toda esa presión interna salió a la luz. Afortunadamente, abandonaste aquello. O, mejor, te echaron, aunque esa es otra historia.

lunes, 14 de marzo de 2011

239.

Sobre la instrucción pública
III

Había, pues, en aquellos tiempos una especie de acuerdo sobre los valores comunes. Todo aquello desapareció cuando la ingeniería socialista transmutó los cimientos de un edificio erigido durante siglos. El problema con los nuevos alumnos era que todo aquel entramado les resultaba totalmente ajeno y, por ajeno, despreciable. De nada servía tu pundonor porque ellos no saben lo que es eso. Con todo, este estado no hubiera sido grave si se te hubiera encomendado la labor de convertirlos a tu causa. Pero de nada servía tu exigencia en la labor porque ahora ya no se te pedía ser un sabio ni un modelo, sino un comisario político ahíto de ideología y un asistente social. Y ellos lo sabían porque desde las Asociaciones de Padres, las autoridades docentes, el medio ambiente social y los medios de comunicación los habían puesto al día. Por lo tanto, acudían a clase con la mentalidad del demandante de subvenciones o de servicios sociales (sólo derechos exigidos con altivez y nada de obligaciones), no a empaparse de unos valores y unos saberes destilados desde milenios.

domingo, 13 de marzo de 2011

238.

Sobre la instrucción pública
II
Había alumnos que no querían estudiar, alumnos díscolos, alumnos interesados, alumnos neutros, alumnos inteligentes, alumnos con graves problemas personales y familiares, alumnos hiperactivos. Pero tú sabías que poseías recursos para que aquella colectividad de seres humanos que poblaba un aula evitara el caos. Sin necesidad de acudir ni a las expulsiones, ni a los gritos, ni a los castigos, ni a las arbitrariedades del poder, ni a una excesiva exigencia. Recursos que habías aprendido de tus clásicos. Los generales, para hacerse obedecer sin diezmar a sus tropas, sabían que tenían que ponerse en vanguardia, comer el mismo rancho que sus hombres, dormir al raso con ellos, ser los más austeros, los más cumplidores. Una vez esto claro, podían exigirles a sus subordinados que les siguieran hasta las mismas puertas del infierno. Y normalmente les seguían. Por ello, al segundo día de clase, tú ya te sabías los nombres de todos tus alumnos. La tarde anterior te los habías estudiado y te habías quedado con la cara de la mayoría de ellos mediante las fichas con fotos. Las fechas de exámenes y su contenido estaban claros desde el primer día. Contigo no había sorpresas, ni preguntas a traición. Eras puntual y los tratabas con una educación extrema. Los comprendías cuando sabías que eran sinceros en sus reclamaciones. Y preparabas tus clases con esmero. Sabías que no podías pedir lo que tú antes no habías ofrecido. De ese modo, nunca expulsaste a nadie de tu aula y nunca tuviste el menor problema de disciplina. Aunque pecabas, y lo reconoces, de cierta laxitud benefactora en el momento de las notas. Pero eras consciente de que la finalidad de tu clase no era que pudieran leer de corrido a Homero (algo imposible en uno o dos años de griego), sino sacar unas pocas conclusiones sobre la belleza de la Antigüedad, su pervivencia y la gratitud que le debemos por ser nuestros antepasados. Aspirabas a que la tradición humanística de Occidente fuera advertida a través de tus actos.

sábado, 12 de marzo de 2011

237.

Sobre la instrucción pública
I

Uno de los más graves defectos del socialismo es que lucha por destruir los viejos valores para imponer los suyos bajo la máscara del progreso. Al final, logran, efectivamente, acabar con los valores tradicionales, pero no logran imponer los suyos porque arrastran los socialistas el pecado original de sus profetas: el ignorar la auténtica faz de la naturaleza humana. Y ese desconocimiento, con su proverbial altivez lleva paralelo el desprecio. No advierten que los valores de siempre tienen tras de sí la experiencia de miles de generaciones sobreviviendo en la hostilidad de la vida y ese acervo decantado les otorga una validez que mentes menos obtusas aprecian y acatan. Al final, las sociedades donde la mentalidad socialista ha triunfado son colectividades donde la inevitable corrupción es mayor, donde las mentes carecen de norte y el camino a los nuevos bárbaros está expedito, porque, al final, todos queremos puertos donde sentirnos seguros. Todas estas reflexiones te vienen a la mente cuando recuerdas cómo eran tus clases.

viernes, 11 de marzo de 2011

236.

Terminas de leer El juicio de la historia, un desafortunado título aplicado a una traducción irregular. Es un libro que recoge algunos de los artículos que escribió Joseph Roth para los periódicos durante los años 20 y 30 del siglo pasado, viviendo como podía a salto de caballo entre las ciudades europeas. Admiras al autor, un judío austríaco, tan apátrida en el fondo como todos sus congéneres y, por ello, tan europeos. Como no debería ser menos, te gusta su añoranza de los Habsburgo, su sentimiento de desarraigo tras su lamento por el sinsentido de una Europa aherrojada por los nacionalismos, su clamor por un tiempo perdido en el que no había pasaportes y en el que las fronteras no dejaban de ser un simple cartel al borde de un camino. Pero también te emociona su visión compasiva del perdedor, del miserable, del inocente objeto de la injusticia de unos tiempos tan deshumanos como lo fueron esas décadas y las posteriores. Hay páginas admirables dedicadas a la Austria de postguerra, mota en torno a la cual se generó en otro tiempo la perla del Imperio. Joseph Roth había servido en el ejército austro-húngaro y tras la derrota acabó por comprenderse a sí mismo como un jirón deshilachado entre tanto despojo humano y material. Como otro gran judío europeo. Stefan Zweig, se suicidó. Fue unos años antes que éste. Héroes ambos que prefirieron aferrarse a la dura dignidad del fracaso antes que seguir viviendo en medio de la barbarie. Cuenta una historia que tras una borrachera, su médico, viéndolo muy enfermo, quiso asistirle. Roth se negó. Acudió entonces el doctor al Archiduque Otto de Habsburgo, que habitaba en la misma ciudad. El hijo del último monarca austríaco le mandó recado al escritor. “Como legítimo representante de mi dinastía –rezaba más o menos el mensaje- le ordeno que se deje atender por el doctor.” Los cuidados del médico, aceptados con obediencia por un leal súbdito, no impidieron poco después la ceremonia última de su existencia.

Joseph Roth, El juicio de la historia, trad. Eduardo Gil Bera, Madrid, Siglo XXI, 2009.

jueves, 10 de marzo de 2011

235.

La primera clase que diste aquel año, el último de tu vida profesional, de Historia de la Filosofía en el extinto Curso de Orientación Universitaria (C.O.U.) empezó con una frase de Virgilio en la pizarra. Felix qui potuit rerum cognoscere causas (feliz aquél que puede conocer las causas de las cosas). Aunque aquellos alumnos venían de un curso precedente en el que habían tenido una asignatura llamada Filosofía, te pareció pertinente empezar con el intento de aclarar qué era esa disciplina con las menores y más claras palabras posibles. Pertenece la cita a las Geórgicas (II 490). En ese verso se resume lo que ha sido la Filosofía en Occidente y lo que es la esencia de nuestra mentalidad aún hoy en día. Tras las luminarias de Platón y Aristóteles, en época helenística surgen las escuelas estoica, epicúrea, cínica y escéptica, junto a los herederos de la Academia y el Liceo. Aquéllas solían distribuir sus reflexiones en tres partes: la Canónica, la Física y la Ética. Con la primera se establecía una teoría del conocimiento, con la segunda se pretendía establecer las causas y las características del mundo y con la tercera se sacaban las conclusiones de la anterior para que el ser humano fuera feliz. No otra cosa dice el maestro mantuano. Hay tres conceptos que revelan el conocimiento virgiliano de la filosofía griega: cognoscere (conocer: Canónica), rerum causas (las causas de las cosas: Física) y felix (feliz: Ética). Y aunque ya la filosofía ha quedado relegada a una disciplina que busca desesperadamente su hueco en el mundo, la ciencia ha tomado el relevo y continúa andando por el sendero que abrieron los griegos.

miércoles, 9 de marzo de 2011

234.

Hay un recurso en el Islam denominado más o menos taqiyya que tú podrías interpretar como dolo. Es la facultad de engañar al infiel, de disimular las auténticas intenciones siempre que la finalidad sea imponer la fe del musulmán. En Occidente solemos decir que el fin no justifica los medios, lo que es uno de los fundamentos de la democracia con su respeto a las formas. Para el musulmán, sin embargo, es perfectamente legítimo que el fin justifique los medios. La taqiyya está sirviendo en Occidente para que los musulmanes vayan haciéndose lentamente con nuestras instituciones y costumbres ante la pasividad de los tibios y la complacencia de los traidores. No otra cosa crees que está ocurriendo en los países musulmanes del norte de África y en otras zonas que comparten esa religión. Aparentemente, no hay líderes. Se trata, suelen decir, de movimientos espontáneos de gentes sencillas hartas de la tiranía y de la falta de libertad. A tu juicio, no es sino un monumental empleo de la taqiyya. Es difícilmente creíble que no haya manos negras detrás de todo y esas advocaciones a la libertad suenan tan falsas en ese mundo como las llamadas a la lujuria de un monje trapense. El Islam no conoce más libertad que la de someterse o ser esclavo o morir. En este sentido, el proceso que llevó en Irán al derrocamiento de la monarquía y a la instauración de la República Islámica es paradigmático. Para la progresía europea, Jomeini era el protector de los desfavorecidos, una nueva esperanza anticapitalista, un seguro de emancipación de los pobres y oprimidos. Y el ayatolá se dejaba querer. Cuando llegó a Irán, en poco tiempo, todos los opositores al Sha de preceptiva comunista o liberal fueron exterminados sin piedad. Y se impuso la teocracia. Dios no suele comunicarse con los mortales y sus supuestas palabras no son sino invenciones bien o mal intencionadas de algunos iluminados. De este modo, la teocracia no es sino el régimen de quienes dicen tener el privilegio de entender los silencios posteriores a su única teofanía verbal. Como nuestros políticos y nuestras élites son cuasi analfabetos culturales, no pueden aplicarse aquel verso de Virgilio en la Eneida (II 49), cuando Laocoonte advertía a sus compatriotas troyanos de la verdadera faz del famoso caballo: Sed timeo Danaos et dona ferentes (pero temo a los griegos aunque nos traigan regalos). En suma, Occidente haría bien en seguir aquella máxima de W. Churchill y no tener amigos ni enemigos, sino intereses. Así que mejor que sigan con sus tiranos o que advengan otros, siempre que no enarbolen la ira de su dios en las banderas.

martes, 8 de marzo de 2011

233.

Últimas citas del libro de Marcel Bataillon Erasmo y España. En El Quijote (II. XVI), encuentra Bataillon el ideal de vida que preconiza Cervantes: “Yo, señor Caballero de la Triste Figura, soy un hidalgo natural de un lugar donde iremos a comer hoy, si Dios fuere servido. Soy más que medianamente rico y es mi nombre Don Diego de Miranda; paso la vida con mi mujer y con mis hijos y con mis amigos; mis ejercicios son el de la caza y pesca, pero no mantengo ni halcón ni galgos, sino algún perdigón manso o algún hurón atrevido. Tengo hasta seis docenas de libros, cuáles de romance y cuáles de latín, de historia algunos y de devoción otros; los de caballerías aún no han entrado por los umbrales de mis puertas. Hojeo más los que son profanos que los devotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleiten con el lenguaje y admiren y suspendan con la invención, puesto que déstos hay muy pocos en España. Alguna vez como con mis vecinos y amigos, y muchas veces los convido; son mis convites limpios y aseados, y no nada escasos; ni gusto de murmurar, ni consiento que delante de mí se murmure; no escudriño las vidas ajenas, ni soy lince de los hechos de los otros; oigo misa cada día; reparto de mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las buenas obras, por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria, enemigos que blandamente se apoderan del corazón más recatado; procuro poner en paz los que sé que están desavenidos; soy devoto de Nuestra Señora, y confío siempre en la misericordia infinita de Dios nuestro Señor”. Y añade Bataillon: Reemplacemos la misa de cada día por la misa del domingo, pasemos por alto la devoción a Nuestra Señora —que, por lo demás, no impide a Don Diego poner toda su confianza en la misericordia divina—: este cuadro de una vida sencilla, holgada, piadosa y benefactora, sin sombra de farisaísmo, aparecerá rigurosamente conforme al ideal erasmiano (p 793).

Si España no hubiera pasado por el erasmismo, no nos habría dado El Quijote (p. 805).

lunes, 7 de marzo de 2011

232.

El zen es paradójico porque se basa en la paradoja fundamental. Convierte la ausencia de sentido en el sentido de la vida y confiere a la ascesis propugnada para alcanzar su aprehensión intuitiva un aspecto misterioso al final de cual no hay sino vacío y nada. Paradójicamente, ante ese descubrimiento esencial no te augura la desolación, sino la tranquilidad de espíritu. ¿Cómo no va a estar el zen lleno de paradojas y contradicciones?

domingo, 6 de marzo de 2011

231.

Más sobre Erasmo en España:

La Inquisición puede apoyarse en el sentimiento "cristiano viejo" de las masas populares, en su oscuro instinto igualitario, hostil a los hombres que tienen dinero y saben ganarlo, y sobre todo, en su piedad gregaria, bien cultivada por los frailes mendicantes, y que se siente lastimada por la menor crítica de las devociones tradicionales. Como el Edicto de la fe ordenaba denunciar los delitos contra la fe común de que cada cual pudiera tener conocimiento, el pueblo español entero se encontró asociado, de grado o por fuerza, a la acción inquisitorial. Ahí está el resorte por excelencia de la "inquisición inmanente" de que habla Unamuno. Y a ello se debe que el misoneísmo y la ignorancia acaben por prevalecer sobre los novadores y los sabios. En esto consiste el hecho más específicamente español que angustia a hombres como Vives y Rodrigo Manrique y les hace emitir juicios tan pesimistas sobre su patria. El temible sistema se puso a funcionar sin que el Inquisidor General y la Suprema tuviesen que imprimir un impulso inicial; ellos no necesitaron desempeñar más que un papel regulador, mientras cada proceso engendraba otros procesos. Ha pasado un viento de delación que ha agostado la primavera del erasmismo español (p. 491).

Recordemos, en todo caso, que si es un anacronismo hablar de ortodoxia tridentina antes de 1560, es también un anacronismo hablar, antes de esa fecha, de una España que fuera su brazo secular [sc. De la Iglesia Católica]. La primera reunión del Concilio se prepara en una atmósfera de tensión hispano-romana que hace pensar más de una vez en el trágico conflicto de 1526-1527 [el saqueo de Roma por las tropas del Emperador] (p. 500).

sábado, 5 de marzo de 2011

230.

Lo dice Antonio Cabezas en La literatura japonesa (Madrid, Hiperión, 1990, pág. 42): El japonés de aquella época se acordaba de que tenía que morir, pero no precisamente viendo una calavera, sino contemplando la caída de los pétalos del cerezo. La época es la vivida por la escritora Sei Shônagon, pero esta frase tiene alcance universal e intemporal. No crees que se puedan recoger con menos palabras las esencias de dos culturas diferentes.

viernes, 4 de marzo de 2011

229.

Más citas extraídas del libro de Marcel Bataillon:
Es imposible comprender la fuerte corriente de libertad religiosa que atraviesa a la España de Carlos V y Felipe II si antes no se ha medido la potencia de la ola erasmiana que se vuelca sobre el país entre 1527 y 1533. El erasmismo español es primeramente, durante esos años decisivos, una acción militante llevada a acabo por una minoría, acción de la cual vamos a tratar de fijarnos en unos aspectos; es también la impregnación del mundo de los letrados y de los humanistas por el pensamiento religioso de Erasmo; es, por último, una amplia vulgarización de este pensamiento por las traducciones (p. 313)

Pero el erasmismo –nunca se insistirá en esto lo bastante- fue algo muy distinto de un simple movimiento de protesta contra los “abusos” de un clero indigno y unos frailes ignorantes. Fue un movimiento positivo de renovación espiritual, un esfuerzo de cultural intelectual dominado por un ideal de piedad (p. 339).

Rodrigo Manrique, hijo del Inquisidor General, se encuentra en París y a fines del año 1533 escribe a su maestro Luis Vives estas reflexiones llenas de actualidad: “Cuando considero la distinción de su espíritu, su erudición superior y (lo que cuenta más) su conducta irreprochable, me cuesta mucho trabajo creer que se pueda hacer algún mal a este hombre excelente. Pero, reconociendo en esto la intervención de calumniadores desvergonzadísimos, tiemblo, sobre todo si ha caído en manos de individuos indignos e incultos que odian a los hombres de valor, que creen llevar a cabo una buena obra, una obra piadosa, haciendo desaparecer a los sabios por una simple palabra, o por un chiste. Dices muy bien: nuestra patria es una tierra de envidia y soberbia; y puedes agregar: de barbarie. En efecto, cada vez resulta más evidente que ya nadie podrá cultivar medianamente las buenas letras en España sin que al punto se descubra en él un cúmulo de herejías, de errores, de taras judaicas. De tal manera es esto, que se ha impuesto silencio a los doctos; y a aquellos que corrían al llamado de la erudición, se les ha inspirado, como tú dices, un terror enorme. Pero ¿para qué te hago toda esta relación? El pariente de quien antes te hablaba me ha contado que en Alcalá —donde él ha pasado varios años— se hacen esfuerzos por extirpar completamente el estudio del griego, cosa que muchos, por otra parte, se han propuesto hacer aquí en París. Quiénes sean los que emprenden esa tarea en España, tomando el partido de la ignorancia, es cosa fácil de adivinar...” (p. 490).

jueves, 3 de marzo de 2011

228.

Fray Alonso Ruiz de Virués, arzobispo de Canarias, fue traductor de algunos Coloquios de Erasmo. Entre ellos destacas uno denominado Puerperio, donde aparece una reminiscencia de la Medea de Eurípides (ver entrada 95). Dejas a los eruditos rastrear si bajo estas palabras se halla realmente una lectura del original griego. Habla Sofía ante un hombre que alude a la superioridad masculina por ejercer las armas y defender la patria: “¡Como si todos los que van a la guerra fuesen por defensa de la república e no por cobdicias e intereses tan viles, que les hacen poner por tres blancas de salario la vida! Y el fin que allá los lleva, muchos dellos lo muestran bien por las obras, que como vilmente, más por interese que por esfuerzo, se determinaron a dejar sus mujeres e hijos, así feamente después huyen al tiempo del peligro: Cuanto más que, cuando queramos hablar de los más valientes, ninguno hay de vosotros que, si hubiese una sola vez experimentado qué peligro e qué afrenta es el parir, no quisiese más entrar diez veces en la batalla que pasar por lo que tantas de nosotras pasamos, de lo que cual se coge que es menester más esfuerzo para no perder el ánimo en nuestros peligros que en los vuestros; en las guerras no viene siempre el hecho a las manos, e cuando viene, no peligran todos los que se hallan en el ejército. Los tales como tú pónenlos en medio de las batallas; pero otros están en lugares más seguros: unos en la retaguardia, otros en guarda de la munición; en fin, muchos se escapan huyendo o dándose a prisión; pero a nosotras cada vez nos conviene entrar en campo con la muerte”. (Marcel Bataillon, op. cit. p. 297).

miércoles, 2 de marzo de 2011

227.

Hay quienes se pirran por el Magreb. Abundan quienes han quedado seducido por esas gentes tan amables y cordiales, por ese calor que los acoge. Aman Marruecos o Egipto. Por aquí, últimamente se habla excelentemente bien de Siria. Tú prefieres el Norte: los países escandinavos, Holanda, Austria o Alemania. De hecho, te gustaría ser alemán, sobre todo cuando te enteras de que su Ministro de Defensa ha dimitido por haber citado textos sin referencias en su tesis doctoral. En España (y en el mundo árabe) la corrupción campa por sus respetos, la miseria es el orden del día y la hipocresía de quienes aparentemente son hospitalarios para desplumarte o ponerte a parir a tu espalda es la norma. Definitivamente, quieres ser alemán. Serán aburridos, pero son honrados y trabajadores, mientras que aquí abunda la jarana, pero la gente es corrupta y vaga. Y, por supuesto, nadie dimite.

martes, 1 de marzo de 2011

226.

La necesaria brevedad de un blog te obliga a repartir entre varias entradas el comentario que te ha sugerido y las escuetas citas que has extraído del libro de Marcel Bataillon Erasmo y España, publicado en Francia en 1937 y traducido al español en una primera edición de 1950. Lo has leído a saltos. Su densidad es tal que no podías abarcarlo de una vez. Desde el primer momento te sedujo con esa fuerza que sólo la seriedad intelectual y el pundonor del investigador solvente pueden ejercer sobre el lector avisado. Confirmaste en carne propia, pues, la fama que tiene el libro de estudio fundamental para el fenómeno del erasmismo en nuestro país. Esa influencia ocupa el período del siglo XVI coincidente con la primera parte del reinado del César Carlos. Te atrae esa época. Con todos sus fracasos y sus frustraciones, con sus guerras y batallas, con sus triunfos y glorias, es el momento en el que España forma una parte esencial de Europa. A pesar de la renuencia primera de la Corona de Castilla y del desentendimiento de la Corona de Aragón, las Españas formaron parte de Europa orientando tendencias intelectuales y no sólo como potencia hegemónica a través de los Tercios. Al mismo tiempo, el erasmismo y su presencia aquí juegan en el filo de una navaja donde se decide entre la modernidad y la tradición. Tras la abdicación y muerte del César, el concilio, el reinado de Felipe II y el reforzamiento de la Iglesia Católica, España se decanta ya definitivamente hacia la tradición. Con todo, Erasmo y sus seguidores dan la sensación de una opción de modernidad que, desgraciadamente, quedó eliminada ya incluso en los instantes en que pretendía florecer. La fuerza del erasmismo consistía en que era un movimiento a la vez respetuoso con la tradición católica e innovador contra sus lacras. Ocupaba un puesto intermedio entre la ruptura total del Lutero y la conservación a ultranza de los esquemas medievales. Desgraciadamente, fracasó y la ruptura llevó a la matanza, al odio mutuo. Por todo ello, leer a Erasmo y a sus discípulos te sugiere las mismas impresiones que el Concilio Vaticano II. En cierto modo, la Iglesia Católica retomó el programa erasmista con cuatro siglos de retraso. Lo dice Bataillon: ¿Acaso el movimiento erasmiano por excelencia no consiste en avanzar a paso redoblado por un camino de libertad evangélica, y demostrar inmediatamente después que no se ha derribado ninguna de las barreras levantadas merced al trabajo secular de la Iglesia? (P. 795).

Marcel Bataillon, Erasmo y España, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1995 (5º reimpresión en español).