martes, 14 de diciembre de 2010

163.

Tú también tienes una interpretación sobre el arte. Un cuadro de Turner, una sinfonía de Sibelius, una escultura de Rodin, un poema de Keats, una película de Kubrick, cualquier obra de arte te sume en un estado de olvido de ti mismo. Ahí radica el encantamiento de la obra de arte. El arte te enajena de tu realidad y te hunde en un lugar donde sólo queda la propia obra de arte. Sus contenidos están tramados de tal manera que te conducen a un estado de desmemoria de tu propio ser para acabar siendo poseído por el propio objeto de contemplación. Funciona como una variedad de la meditación, pero llena de contenido. Aquella pretende que penetres en la última y auténtica realidad del ser, que es, como ya sabes, el vacío. Para acceder al vacío debes perder la noción de tu propia personalidad, de tu conciencia y de tu ego. Idéntico proceso sufres con el arte, pero en este caso, el apartamiento de la conciencia de ser viene dado por un objeto magistralmente concebido que ejerce un poder erradicador de esa conciencia. La concentración ante la obra de arte es tan arrebatadora como la iluminación y su efecto es, igualmente, liberador.

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