miércoles, 8 de diciembre de 2010

159.

En uno de los inmensos y reiterativos sutras del Buda, leíste en una ocasión que el Iluminado no bailaba, ni cantaba. La música y la danza parecían ser actividades prohibidas a sus seguidores. Esta afirmación te hizo pensar. Algo de similar había en esas palabras a las desviaciones psicológicas de los talibán que proceden del mismo modo con sus secuaces. Te negabas, no obstante, a poner al mismo nivel la barbarie con el reinado de la compasión. Bajo estas reflexiones, algo barruntabas. La visión de dos vídeos de sendas conferencias te ha aclarado bastante las ideas. Eres de los que creen que el nuevo humanismo viene de la mano de las que comúnmente se denominan neurociencias. Francisco Mora en uno de los vídeos y Jordi Agustí en el otro te dicen que el placer y la infelicidad son estímulos adaptativos para la supervivencia y cuando se habla de supervivencia, se habla simplemente de seguir vivos. La primera es aquello que buscas porque afirma tu ansia de vivir y la segunda te empuja a luchar para vencerla. Vivir es luchar siempre contra algo a favor de algo. Luego, piensas que todas las religiones y filosofías que han aportado algo relevante a la humanidad se basan en unas relaciones conflictivas con el placer y la infelicidad. Las religiones monoteístas clásicas rechazan aquél y abogan por la aceptación de ésta. La auténtica felicidad reluce sólo en el más allá. El budismo y algunas filosofías como el estoicismo abogan por la liberación del placer a través de su eliminación y con ello pretenden alcanzar una felicidad que estabilice al sujeto y lo aparte de mayores búsquedas. Al final, todas ven el mejor futuro del ser humano en el rechazo de lo que anima a vivir. Ahora se levanta la sombra de Nietzsche de su tumba y avanza malignamente sobre ti. Pero no lo dejas que te toque. Ves lógica la postura de religiones y filosofías. Han advertido la vacuidad de la existencia, su destino hacia la nada. La única calma posible reside en renunciar prácticamente a ella. Lo que resulta enigmático e interesante es reflexionar sobre el papel del suicidio en este fregado.

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