lunes, 16 de mayo de 2011

290.

David Golder y la Suite francesa precedieron a Los perros y los lobos. Son las tres obras de Irène Némirovsky, esa escritora judía, emigrante ucraniana en Francia, nacida en 1903 y muerta en Auschwitz con su marido en 1942. Y las tres te gustaron. La última de esas novelas está recién publicada en español. Aventuras de dos judíos ucranianos, una pobre y otro rico. Por encima de las peripecias en la trama amorosa, lo más interesante del libro es la descripción de los ambientes judíos en la Ucrania anterior a la Revolución de 1917 y los efectos de la emigración tanto sobre aquellos que procedían de capas sociales bajas, como de los potentados. Los comentarios sobre el carácter judío son jugosos. Te hacen entender más aún cómo las adversidades han hecho de ellos un pueblo inteligente, dispuesto a levantarse de nuevo tras cada pogromo, tras cada matanza, sobreviviendo siempre en medio de aquello que los otros, los “normales” despreciaban. Y cómo ese mismo trato que recibían los hizo recelosos e interesados. Abiertamente interesados ante quienes lo eran igualmente, pero embellecían su bajeza con fariseísmo. Incluso aunque entre ellos, como seres humanos que son, las diferencias entre las clases fueran tan acentuadas como entre cualquier otro colectivo humano.

Irène Némirovsky, Los perros y los lobos, trad. de José Antonio Soriano Marco, Barcelona, Salamandra, 2011.

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