miércoles, 25 de mayo de 2011

297.

En su libro Koba el temible, cuenta Martin Amis la historia de una cierta risa. Durante una reunión de viejos comunistas, alguien recuerda su antigua militancia y la concurrencia ríe. Sugiere Amis que se trasponga la situación a un grupo de viejos nazis. La risa tanto de los presentes como de hipotéticos lectores de las referencias a la reunión quedaría abortada antes siquiera de ser considerada como una remota posibilidad. Es la incomprensible comprensión que el comunismo tiene en nuestra sociedad. Hay más muestras de esa sonrisa cómplice o del silencio ante los latigazos aún vivos del comunismo. Es evidente que entre las filas de la izquierda quedan abundantes restos del viejo estalinismo soviético que gozan además de un alto grado de simpatía. Si no, véase cómo nadie critica que el ya saliente alcalde de Córdoba, Andrés Ocaña, militante de Izquierda Unida, a cuenta de las recientes elecciones municipales afirme en rueda de prensa que el pueblo se ha equivocado y que no se debe sacralizar sus decisiones. Que el pueblo puede errar, es cierto; pero su opinión mayoritaria expresada a través del sufragio universal, directo y secreto en un contexto de libertad de expresión y de conciencia es el medio que tenemos para organizarnos en sociedad. Cuando gusta y cuando no. De lo contrario, volvemos al viejo axioma de que es el Partido la vanguardia del proletariado y, por tanto, el que sabe qué nos conviene mejor que nosotros mismos.

Nota: Por alguna extraña razón (los senderos de la informática son más insondables que los del Señor), el autor de este blog no puede hacer comentarios en el apartado correspondiente. Pide disculpas a los que aportan sus opiniones, ya que le gusta responder siempre a sus lectores. Y espera que el problema se solucione, como suele ocurrir en estos ámbitos, milagrosamente.

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