lunes, 2 de mayo de 2011

279.

Nuevo libro de Vargas Llosa. Esta vez ha sido Travesuras de la niña mala. La historia de ese traductor de nombre casi ornitológico, mediocre, simple, redondo en su perfecta candidez, pero plenamente consciente de sí mismo, de sus defectos y carencias, te ha seducido desde las primeras páginas. Es el Vargas Llosa que te atrapa. La lectura fluye como la corriente de un arroyo, sin darte cuenta del estilo, pero con la sensación de justeza y armonía. Ricardito Somocurcio, el pichiruchi que a lo largo de toda una vida se somete a las vejaciones de su enamorada es un personaje que, a pesar de un cierto toque de inverosimilitud, llega a convertirse en un ser digno de ese cariño que su esquiva amante no le ofrece, salvo para aprovecharse de sus buenos sentimientos y de sus fondos. Hay todo un repaso a diferentes ambientes: la Lima de su infancia, el París previo y contemporáneo del 68, el Londres del movimiento hippie y un poco del Madrid de los 80. En algún momento, parece deslizarse peligrosamente hacia el folletín. Son los episodios de su trato con el matrimonio Gravoski y su hijo mudo. Pero todo se salva cuando lo esperable sucede y su amada lo deja de nuevo tirado sin contemplaciones. Hay un final feliz a la vez que triste que corona la obra. Lo importante es que has devorado las páginas con ansia y que el libro en ningún momento se te ha caído de las manos.

Mario Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala, Barcelona, Punto de Lectura, 2010.

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