martes, 10 de mayo de 2011

285.

Como buen tópico, algo de verdad brujulea entre sus cuadernas. Leer a los clásicos es releerlos en cada época para comprobar su vigencia. Y lo que ayer fue blanco, hoy puede ser negro sin que rechine el principio de no contradicción. El clásico lo armoniza todo, lo vive todo, todo lo envuelve en su matriz nutricia. La Ilíada no podía ser menos, siendo, como es, el primer clásico de Occidente. Juan Carlos Rodríguez Delgado ha escrito un buen libro. Le da la vuelta a lo que siempre se ha pensado del poema de Homero. Ya no es un canto a la guerra, sino un descubrimiento de su horror. No es el encumbramiento de los héroes, sino un desvelar su mísera humanidad. No es Héctor ahora el que asoma con su dignidad en medio del oleaje de sangre y vísceras, sino el violento Aquiles. El hijo de Peleo se convierte, en pos de la interpretación del ensayista, en un simple ser humano que va descubriendo paulatinamente su profunda humanidad, cuya culminación alcanza el cénit en la compasión ante Príamo y la devolución del cadáver maltratado de su hijo. Magnífico libro, perfectamente argumentado, sólidamente escrito; pero te queda el regusto de un cierto exceso de postmodernidad en su interpretación. Te ha dado una nueva perspectiva que te ha convencido, pero no hasta el punto de creer que Aquiles es una especie de prototipo de antihéroe contemporáneo. Y te queda la duda de ignorar por qué nadie, a lo largo de los milenios, se ha dado cuenta de esa faceta del personaje y por qué la Ilíada fue el modelo de la moral heroica y competitiva durante siglos.

Juan Carlos Rodríguez Delgado, El desarme de la cultura. Una lectura de la Ilíada, Madrid, Katz, 2010.

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