lunes, 13 de septiembre de 2010

93.

Visto el escasísimo éxito de tu libro de relatos breves, qué mejor solución para tus pretendidos partos literarios que plasmarlos en este blog. Nada pierdes, porque nada ganaste con el libro y mucho ganas porque a lo mejor alguien lo lee. Y sin que le cueste un céntimo, algo apreciable estos duros momentos de crisis. Éste es el último que has escrito.


EL INTÉRPRETE

Me dedico a ser intérprete. No de los que van a congresos o acontecimientos en los que se decide el destino de millones de personas o el nombre de un nuevo medicamento. Tampoco me gano la vida vertiendo a otro idioma las emanaciones de mentes alzadas a las cumbres de la economía, la filosofía o las neurociencias. Me vine de mi tierra escapando de la escabechina caribeña y acabé aterrizando en Moscú, donde terminaba a mi llegada otra clase de escabechina no por silenciosa menos cruel. Me instalé, malviví en diferentes empleos, aprendí ruso y heme aquí trabajando de intérprete. No de reuniones de ejecutivos ni como guía de turistas. Lejos de penetrar en semejantes ámbitos de fulgores económicos, me gano unos suficientes rublos mediando entre los españoles que buscan esposa y las que se proponen ser esas esposas. Un negocio floreciente en los últimos años. La manada de machos ibéricos asustados con la mujer, que se le ha vuelto respondona, es abundante. Algunos acuden a Rusia esperando encontrar la sumisión en una gatita fiel, pero agresiva donde debe serlo. Bien lo advirtió Anastasiya, la dueña del negocio, que incide en el carácter familiar, hogareño, leal de las rusas, embutido todo el mejunje en un envoltorio de sueños esteparios. Vienen los reclamantes de amor y obediencia, y les recibo previo pago de buenos euros convertibles en moneda local. La mayoría son arrogantes. Otros esconden su timidez bajo un cosmopolitismo en falsete cuya patita asoma por debajo de los perniles. Tienen su apartamento buscado y unos días para pasar revista a las candidatas. Y ahí me veis, en medio de los dos diciéndole el uno sublimidades como que lo más importante es la fidelidad, que el respeto es lo esencial, que la ternura es su mejor rasgo a unas mujeres cuya sonrisa sólo espera la señal de partida para escapar de este fangal de corrupción y desencanto. Igual que yo, igual que yo, yo pienso lo mismo, me parece lo mejor, son sus respuestas. Me meto entre sus miradas y sus gestos. Luego les acompaño a la cita en el restaurante cuando la candidata mejor situada ha sido extraída del montón de carne. Y me bebo mis buenos vinos, mis mejores platos mientras, entre bocado y bocado, le digo a una que Burgos es preciosa en primavera y al otro que Moscú es muy triste en invierno. No puedo traducir sus ideas porque no entiendo su idioma, pero acampo sólidamente en las planicies de sus deseos. En el momento de la despedida, cuando han quedado para que ella visite Burgos, las esperanzas pugnan por salir de la chistera y mis intentos por traducir el contenido de sus verbos y sustantivos se enredan con retóricas expresiones de un futuro soleado. Casi siempre el sendero de la felicidad atraviesa idénticos paisajes, excepto cuando lo transitaron Irina y José Carlos. Ellos fueron más lejos y las conversaciones enfilaron terrenos escabrosos. Hay que reconocer la adaptación mutua desde el primer momento. Porque ambos eran expansivos y amantes del refocile camastrón. Me iba resultando difícil traducirles los contenidos a la sombra de aquel farol, en el portal de la casa de la joven, con alusiones ardorosas e indirectas directas al blanco. En el último momento, ella se retrajo. No por timidez, sino por una bien calculada estrategia de cacería al macho. Acabé por acompañar el sátiro al club donde me solía desahogar cuando mis rublos tintineaban frescos en la cartera. Les cobré comisión a madame Monique y a él. Una vez dejado en el apartamento, volví a casa de la joven. Era guapa la moza y de muy buen catar. No sé cómo me la enamoré y se la quité al salidillo procedente de Jaén. Lo pasé muy bien con ella. Una tarde, cuando consideré que era suficiente le dije ahí te quedas, gatita, tendrás que buscarte otro hispanohablante que te ascienda en su cubo del pozo donde vives. Lo tienen los dos bien empleado. Me habían hecho pasar tan mal rato y sobre todo, aquella noche de la despedida me hicieron gastar un Potosí en Chantelle, la más restallante pupila de madame Monique. Tan caldeado me tenían.

2 comentarios:

  1. Gracias.
    Que significa esta frase? "Me habían hecho pasar tan mal rato y sobre todo, aquella noche de la despedida me hicieron gastar un Potosí en Chantelle, la más restallante pupila de madame Monique. Tan caldeado me tenían."

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  2. Ups. Perdon. Ya entendi. jajaja! Si que ando despistada el dia de hoy.

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