martes, 26 de abril de 2011

273.

Haruki Murakami es uno de los escritores más afamados actualmente. Te acercas a él con la curiosidad que te provocan los autores japoneses y lees Al sur de la frontera, al oeste del sol. De nuevo un protagonista masculino cuyo sentimiento del vacío vital es llenado por la presencia de una mujer intuida en la infancia y anhelada durante toda la vida. Un reencuentro casual, un acontecimiento desgraciado, una compañía, una noche de amor, la promesa de un futuro a su lado se desvanecen y dejan a Hajime, el protagonista, frente a la esencia vacua de su existencia sumida en una familia aparentemente feliz y con un entorno de bienestar. Como siempre, en estos japoneses, la ausencia de alboroto, de estridencias. Todo transcurre de un modo sereno, sin una voz más alta que otra. Hasta la pasión se entona en una atmósfera donde los gestos más entregados se celebran entre el susurro. Es una pena que no puedas leer el original en japonés. A buen seguro saldrían a la luz mil matices que una traducción, por buena que sea, debe dejar escapar. Intuyes que hay mucho más debajo de esa historia resignada de pasiones incumplidas y frustraciones sin rabia. Quizá sea fundamental la elección de los ideogramas, que, como sabes, dicen con sus trazos más de los que comunican los sonidos que les confieren los hablantes. Al final te quedas en suspenso. No sabes si es una historia más, banal como tantas otras que no merecerán nunca ni una línea, o si se trata de una pequeña obra maestra cuyas virtudes se escabullen entre los recovecos de las palabras en español.

Haruki Murakami, Al sur de la frontera, al oeste del sol, trad. Lourdes Porta, Barcelona, Tusquets, 2008.

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