sábado, 9 de abril de 2011

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La moderna ciencia sobre el cerebro humano ha descubierto que la razón y lo consciente no son sino tigres de papel, que las auténticas fuerzas rectoras son las emociones y el inconsciente. Aquéllas acuden con armas y bagajes en apoyo de éstas, aunque te creas que es al revés. Y añaden los científicos que el inconsciente sabe procesar mejor los millones de datos que el mundo proporciona cada segundo y que es capaz de manejarse con ellos. Mientras, lo consciente se atropella en el momento de recibir un par de decenas de impulsos. Recuerdas, entonces, cómo el zen no es otra cosa que dejar paso a ese inconsciente. Cuando el maestro en el arte del tiro con arco le dice al discípulo que debe practicar hasta convertirse en la flecha, no está haciendo otra cosa que exigirle la pérdida de su actividad consciente y el abandono en el inconsciente. Se busca una disciplina asimilada hasta el punto de que el practicante pierde la consciencia de su saber y deja actuar un inconsciente en el que el tiro con arco se ha imbricado hasta volverse tan intrínseco como andar, comer o dormir, actividades que uno realiza sin pensar. Te ejercitas, pues, en intentar que tu parte inconsciente aflore en su estado puro. Y no debes temer nada, porque el inconsciente, al igual que las emociones, saben mejor que tu razón y tu consciente cómo sobrevivir en medio de la vida. Otra prueba más que afirma tu fe en las enseñanzas del zen y que te hace admirar su adaptación al mundo que vives. Entre el budismo zen y la ciencia no hay contradicción, sino coincidencia.

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