lunes, 25 de octubre de 2010

122.

Mientras que para los cercanos un enfermo de Alzheimer es una condena, para el enfermo puede que sea la manera más dulce de darle el adiós a la vida. Todos nuestros males, como nuestros bienes, proceden de la conciencia. El dolor no es dolor si no se es consciente del mismo. Tampoco la alegría, cierto es, pero la vida está más llena de sufrimiento que de gozo. Esta percepción de la realidad humana no es sólo patrimonio del budismo. Los estoicos en la vieja Grecia ya se dieron cuenta de que es nuestra opinión (ὑπόληψις) sobre la realidad lo que nos afecta, no la realidad misma. Y la opinión reside en nuestra mente y procede de nuestra conciencia. Sufrir de Alzheimer es ir perdiendo lentamente la conciencia de sí mismo. ¿Acaso no es ése el objetivo de la meditación? ¿No se pretende el olvido de sí mismo? Irse alejando de la conciencia y de su cimiento, la memoria, es despedirse de nosotros mismos y entrar en el ámbito de la nada, donde no hay dolor ni placer, sino infinita calma y paz. Como con la muerte, lo peor del Alzheimer son los que se quedan, no los que se han ido.

1 comentario:

  1. Para hacerle un poco la puñeta a los estóicos, una de Epicuro:

    No ha de ser dichoso el joven, sino el viejo que ha vivido una hermosa vida.

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