jueves, 7 de octubre de 2010

110.

Más humano que el maestro Epicuro se muestra Antonio Machado con su adaptación de las palabras originales que has recogido a tu modo en el texto anterior: De la muerte decía Epicuro que es algo que no debemos temer, porque mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos. Con este razonamiento, verdaderamente aplastante –decía Mairena- pensamos saltarnos la muerte a la torera, con helénica agilidad de pensamiento. Sin embargo –el sin embargo de Mairena era siempre la nota del bordón de la guitarra de sus reflexiones- eso de saltarse la muerte a la torera no es tan fácil como parece, ni aun con la ayuda de Epicuro, porque en todo salto propiamente dicho la muerte salta con nosotros. Y esto lo saben los toreros mejor que nadie. El amor griego por la razón empaña la realidad de que el ser humano es presa de sus emociones. Como bien saben los toreros, cuando hay que saltar, de nada sirven los razonamientos. Sencillamente, corren y saltan, que luego ya pensarán, si han evitado al morlaco, lo canónico o no de su maniobra. Otro Antonio, esta vez apellidado Damasio, neurocientífico, te ha dejado suficientemente claro que para la supervivencia las emociones juegan un papel imprescindible allí donde la razón no sería sino un obstáculo mortal. Tendrías que imaginar qué le sucedería al diestro si cuando el bicho lo mira con malos ojos, arrastra su pata por la arena con intenciones aviesas y se arranca a trotar de forma no precisamente grácil en pos del matador, éste se queda quieto razonando cuál sería la decisión más oportuna en eso de salvar el traje de luces y, dentro de éste, su apreciado pellejo.

Antonio Machado, Juan de Mairena, Madrid, Castalia, 1972, página 140. Antonio Damasio, El error de Descartes, Barcelona, Crítica, 2006; En busca de Spinoza, Barcelona, Crítica, 2005.

1 comentario:

  1. Son estos razonamientos que siempre han inquietado al ser humano por lo que hubo la necesidad de requerir el cielo y el infierno y es que en tal desasosiego la vida sería insoportable sabiendo que mas adelante existe solo la nada.
    En el tianguis al que acudía hace poco me atendían una familia de verduleros, una gran familia porque son padre, madre y como 12 hijos y son de llamar la atención, o por lo menos la mía, porque ves a la señora, bajita ella, gordita, con ojos risueños y carácter igual, y mientras atiende a los "marchantes" con una mano con la otra cuida al hijo mas pequeño de brazos sin dejar de moverse y sin perder la alegría. Casi todos los “retoños” ayudan en el "puesto" y su hija mayor, como de 17 años porta un gran crucifijo de madera al cuello mientras con actitud recogida, como de preparación al celibato, cumple con todas sus tareas diligentemente. Todos, menos el de brazos, ayudan y gritan y no dejan de hablar de la vida, los valores, la iglesia a la que acuden fervorosamente, y créeme que los veo felices. A ella, la mamá no se le ocurre pensar que tiene demasiados hijos e igual de trabajo, que seguramente apenas duerme, que tiene que aguantar al marido macho, que seguramente no tiene dinero ni para reponer las sandalias viejas de plástico que usa, y mucho menos se le ocurriría dudar en que las cosas sean diferentes a como a ella se le enseñó ni recurrir a derechos humanos cuando el marido se la "suena" y solo sigue dócil y alegremente su vida. Seguramente tendrá penas pero nada que no se solucione mientras espera su llegada al cielo. Eso si, imagina solo el sufrimiento solo de pensar que si no siguió los mandamientos de la iglesia le espera el infierno asi que seguramente tambien terminará por tenerle verdadero horror a la muerte.

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