miércoles, 23 de febrero de 2011

224.

Lees un artículo de Alicia Delibes y recuerdas otro que reseñas en la entrada 177 de este blog. Ya lo sabes: el único lugar donde todavía mora la utopía cómodamente es en la instrucción pública del mundo occidental. Esto explica el desastre por el que se están despeñando las aulas de países como España. Cuanto más amarradas a los viejos mitos están las élites pedagógicas, más caóticos y derrotados aparecen los centros docentes. Porque es utopía querer convertir a los alumnos en adultos solidarios, feministas, ecologistas, pacifistas, multicultralistas, relativistas, asamblearios, miembros de ONG/OMG (Organizaciones Muy Gubernamentales), bien educados emocionalmente, radicales en su colectivismo participativo y demás parafernalia del imaginario sesentayochista. Es imposible llegar a componer semejante ser humano. Y en última instancia ¿cómo se evalúa la consecución de semejantes objetivos? Quizá se logre obteniendo una mayoría de votantes que dé su sufragio a partidos políticamente correctos. Dicen que su objetivo es que los alumnos sean felices. ¿Cómo se sabe si esa finalidad se ha logrado? A estos objetivos se han subordinado aspectos como las capacidades de leer, escribir, hacer cálculos matemáticos y físicos, conocer la geografía del mundo, la historia de su cultura y sus valores. Era mucho más fácil pretender, como en las escuelas de la III República en Francia, instruir ciudadanos que colaboren en el buen funcionar de una República, ciudadanos cultos y formados, dejando aspectos morales y emotivos a la vida particular de cada cual. Más fácil y, por tanto, accesible a la realidad. Pero todo eso, claro, es cosa de conservadores trasnochados.

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