martes, 18 de enero de 2011

191.

Para los epicúreos el mundo está compuesto de dos elementos: el vacío y la materia. En la perpetua búsqueda a la que se sometieron los pensadores griegos tras la substancia única de la que se forma todo lo demás, los epicúreos llegaron a la conclusión de que el último reducto del ser es el átomo, palabra que en su propia composición afirma que ya no se puede dividir más. Los átomos caen eternamente en un descenso irregular que provoca encontronazos de los cuales surgen los cuerpos compuestos. Lo que permite que los átomos se muevan es el vacío. Salvando las distancias, Demócrito y sus seguidores te recuerdan las enseñanzas del Buda. ¿Acaso la doctrina del Iluminado no podría reducirse, desde un punto de vista físico, a las mismas apreciaciones que hicieron los estudiosos del Jardín? Para los budistas, el mundo también es materia y vacío, con la diferencia de que, mientras los griegos hacían hincapié en la materia, los budistas lo hacen en el vacío. Para aquellos el interés radicaba en estudiar las pequeñas partículas de materia que con sus juegos originaban el mundo que te rodea, incluidas las más etéreas, cuya composición se explicaba por una unión menos adherente entre los átomos. Los budistas prefieren reflexionar sobre los efectos que el vacío provoca en tu manera de afrontar la vida. Para ellos, la materia no importa porque, precisamente, su inestabilidad esencial lleva a que los cuerpos creados acaben por disolverse más tarde o más temprano, dejando los objetos materiales sujetos a la desaparición. Si le preguntáramos a un budista cómo podría aceptar que los átomos son algo inmutable y eterno, cuando su doctrina afirma que nada es inmutable ni eterno, él respondería con una sonrisa que a efectos de la felicidad humana los átomos le dan un higa, ya que ni los vemos, ni los tocamos, ni los olemos, ni los oímos, ni los gustamos y, aunque podamos presentarlos ante nuestros pensamientos, son prácticamente inconcebibles por lo abstracto. Sin embargo, sí que nos duele el vacío. Por otro lado, los griegos eran gente de acción proyectados hacia el exterior y asombrados ante el mundo; los budistas son gente de meditación proyectados hacia el interior y desengañados ante el mundo.

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