sábado, 15 de enero de 2011

189.

Ἔφη ὡς ἦθος ἀνθρώπῳ δαίμων: dijo que el carácter es para el hombre su destino. Son palabras de Heráclito y pueden recibir otras interpretaciones de acuerdo con el patrón que escoja el traductor. A ti te viene bien ésta, que es la clásica, porque te atrae esa asociación entre destino y carácter. Del mismo modo que no has elegido el lugar ni el tiempo en el que naciste, ni la clase social, ni la familia, ni el entorno, tampoco has elegido tu carácter. Con él tendrás que vivir toda tu vida y llegarás, en el mejor de los casos, a conocerlo algo y a poder adelantarte a sus asechanzas unas milésimas de segundo antes de que te lleve a caer en esa misma zanja a la que sueles precipitarte con insoslayable frecuencia. Heráclito se encuentra cercano a lo que las neurociencias dicen en los últimos tiempos. Somos juguetes en manos de nuestras emociones que no son sino la manifestación de nuestro carácter. ¿Dónde queda entonces la libertad? La pregunta queda para las disquisiciones que a partir de estos momentos estarán más en las mentes de los neurocientíficos que de los filósofos, pero algo puedes intuir desde tu ignorancia. Dado que no puedes dejar de ser como eres, la libertad deja de ser una cuestión interna para convertirse en algo externo al sujeto. La libertad no es ya la que tú te permites, sino la que los demás te permiten. Serás, por tanto, más libre cuanto más libre sea la sociedad en la que vivas. Si es abierta y tolerante, podrás ser tú mismo en mayor medida que si te hallas inmerso en una sociedad cerrada e intolerante, aunque debe darse por supuesto que han de establecerse límites que impidan el caos y la ley de la selva a la que los seres humanos tendemos en cuanto se nos da vía libre. Te vuelve a la cabeza esa frase latina: ducunt volentem fata, nolentem trahunt (los hados guían a quienes los aceptan y arrastran a quienes no los aceptan) y recuerdas que Heráclito es el padre precursor de los estoicos.

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