lunes, 29 de noviembre de 2010

152.

Continúa tu fascinación por Mario Vargas Llosa. Su último libro, El sueño del celta, llega a tus manos poco después de que fuera premiado con el Nobel. Más que una novela podrías calificarla de biografía novelada. La forma, esta vez, se ha subordinado a la historia y Vargas Llosa no da cauce a su maestría literaria. No hay recursos de la novelística moderna ni margen para la fantasía. A pesar de que la obra no ceda a la creatividad literaria, es apasionante. El estilo llano, casi periodístico le confiere el aspecto casi de crónica. Dirías que Vargas Llosa no ha permitido que un estilo brillante oculte la magnitud del contenido. El protagonista es el puntal de la obra. Dedica su vida a empresas donde la dignidad de la condición humana late con la fuerza de lo que quiere brotar limpiamente entre la escoria. El Congo propiedad privada de Leopoldo II de Bélgica, las plantaciones caucheras del Amazonas peruano y, finalmente, su Irlanda natal en lucha por la independencia. Y el héroe caído, ahorcado ante su traición por los mismos que lo habían ensalzado. Te quedas con esas palabras en las que el autor pone ante tus ojos una intuición que todos tenemos, pero a la que nos cuesta ceder por nuestra necesidad de maderos a los que aferrarnos en medio del naufragio que es la existencia humana: el héroe no es monolítico, sino un ser humano con sus luces y sus sombras. Roger Casement, el irlandés luchador y humanitario, era también un mortal con pasiones y dolor.

Mario Vargas Llosa, El sueño del celta, Madrid, Alfaguara, 2010.

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