martes, 16 de noviembre de 2010

141.

Las palabras son entes sometidos a los azares propios de todos los entes. Nacen en el líquido amniótico de la arbitrariedad, se desarrollan, se reproducen, decaen y mueren. A lo largo de su vida, van perdiendo memoria de los primeros pasos y en el ocaso apenas semejan lo que fueron en etapas pasadas. Las palabras son entes que hacen aflorar evocaciones a quienes las ven, del mismo modo que un paisaje, un objeto o un ser amado. Por azar, como todo en el ser, has presenciado el retorno a tus ojos de una palabra que ha levantado una telaraña de recuerdos. "Ultramarinos". También como todo ser, nació vinculada a lo que la generaba. Sus padres vivían más allá del mar, porque los ultramarinos eran los productos de América, especialmente de Cuba. Cuando la pronuncias atendiendo a su sentido primigenio, huele a barcos de vela y vapor volviendo del Caribe al son de una habanera. Las tiendas de ultramrinos siguieron llamándose así aun cuando se perdieron las joyas de aquella arruinada Corona. “Ultramarinos” es la culpable de que procedente de los bajíos de tu memoria hayan alzado el vuelo escenas que parecían perdidas. Así pregonaba en un cartel su finalidad el tambucho donde dos o tres esforzados dependientes ataviados de batas grises se escurrían tras un mostrador de madera, danzando entre barriles abiertos llenos de sardinas secas, quesos, jamones colgantes (escasos, dirías), cajas de galletas, bombonas de caramelos y mil artículos más que sería interminable enumerar. "Ultramarinos" te huele a una infancia durante la cual tu madre te enviaba (¡aquellos tiempos en Sevilla donde un niño de nueve o diez años podía deambular solo sin temores!) a comprar lo que se le había olvidado y precisaba a última hora. Odiabas esos mandados, pero no había excusas. Los odiabas porque los dependientes nunca hacían caso a los niños. Siempre estabas plantado junto a una vieja o una señorona que se colaba, y hasta que un alma caritativa no te miraba y apelaba al tendero, "Atiende a esta criatura, que estaba antes", no accedías al privilegio del cuarto y mitad de algo. “Ultramarinos”, como tu infancia, ya no está vigente. Sólo es un recuerdo bordado con los hilos ajados de la nostalgia. Como todo en el ser.

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