lunes, 15 de noviembre de 2010

140.

Leer El expediente H. de Ismaíl Kadaré te ha resultado estimulante. Una pareja de investigadores americanos arriba a una ciudad provinciana de Albania con un primitivo magnetófono. Corren los primeros decenios del siglo XX. Las autoridades del país alertan al subprefecto de la ciudad: sospechan que pueda tratarse de espías. Sin embargo, los americanos sólo pretenden demostrar una hipótesis. Según ellos, los cantos homéricos tendrían en los lahutarë albaneses una réplica viviente. Los lahutarë eran rapsodas errantes que iban de posada en posada entonando cantos épicos de la tradición popular albanesa. Se acompañaban en su canto de un instrumento llamado lahut, de un particular gesto de la mano sobre la oreja y de una voz deformada. Querían demostrar los investigadores el origen oral de la épica de Homero mediante la grabación de las creaciones de los rapsodas albaneses con su improvisación y las alteraciones que sufrían en cada recitado. Te resultaba familiar esa teoría porque la estudiaste durante tu carrera. El nombre original del erudito que la formuló y demostró fue Milman Parry. Kadaré aprovecha la anécdota de aquella visita y del proceso de entrevistas y grabaciones de los lahutarë para adobarlas con las pesquisas de un espía local, los sueños eróticos de la esposa del subprefecto en cuyos sueños se veía seducida por uno de aquellos extranjeros, las aprensiones de su marido y las ansias de promoción del ministro que pretende encarcelarlos bajo acusaciones de espionaje y así puedan escribir una biografía panegírica del rey de Albania. Las descripciones de la posada donde se alojan los americanos te han sumergido en el ambiente de aquel país durante aquellos años y la reproducción de los comentarios de los investigadores te ha retrotraído a las aulas de la universidad. Desde un primer momento, te resultaron atrayentes esas explicaciones sobre las inconsecuencias de Homero después de tantos siglos durante los cuales los eruditos intentaron hallar una explicación a esos supuestos fallos en un autor que era considerado el modelo de toda literatura. Al final, unos monjes ortodoxos serbios, ayudados por un eremita local, asaltan la posada y destruyen el magnetófono junto con las cintas. La razón de esa fechoría se basaba en la envidia que sentían porque los americanos hubieran preferido investigar la épica oral en territorio albanés, en vez de serbio. Aunque ambas tradiciones presentaban idénticos motivos, Kadaré deja bien claro que los albaneses estuvieron antes en aquellas tierras que los eslavos. De este modo, el eterno odio que hiere las tierras balcánicas irrumpe como suele hacerlo en aquellos pagos, con la violencia. El Expediente H. es el Expediente Homero, claro está. Tras la lectura, te has afirmado en tu adicción a Kadaré y has emprendido la lectura de otra novela suya.

Ismaíl Kadaré, El expediente H., Madrid, Alianza, 2001.

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