lunes, 13 de junio de 2011

311.

La vecina se presenta con dos gatitos recién nacidos. Tienen sus ojos cerrados y maúllan de forma casi imperceptible. Vuestros vecinos son dos personas mayores que rondarán los setenta y algunos años. Han nacido en el campo y llevan toda la vida viviendo allí. Ella sabe que nos gustan los gatos. Y los perros. Nos los trae por si los queremos. Tienen un color que te recuerdan aquellos caramelos de café y nata que tanto gustaban a los críos en tu infancia. Los vecinos tienen varias gatas rondando su casa y paren continuamente. Una de ellas se ha acostumbrado a vosotros y aparece inmediatamente nos ve en la casa. Hace su ronda por el interior. Espera algún regalo con forma de lata de comida para gatos y se va. Tu compañera coge uno de los dos animalitos y lo acaricia. Es una pena, pero no tenéis opción. Es incómodo tener uno o dos gatos en la casa del pueblo. Y en el campo… Últimamente aparecéis sólo los fines de semana. Y no todos. Charláis un rato con la vecina y se va con su carga. Cuando se da la vuelta por la esquina de la casa, a tu compañera y a ti se os queda una cara de desolación. No decís palabra. Ella vuelve a su libro y tú al tuyo. En silencio, consumidos por la tristeza. Es, definitivamente, una pena. Los vecinos matan a todas las crías que nacen. Dicen que si no, se llenaría aquello de gatos. Viene bien tenerlos, pero no en demasiado número. Los vecinos saben mejor que vosotros cómo se sobrevive en el campo. Es su entorno. Vosotros sois unos recién llegados. ¿Qué les podéis decir? Por favor, no los matéis. Daría igual. Seguirían haciéndolo. Y, por otra parte, os interesa estar a buenas con ellos. Tenéis sólo un muro entre las dos casas. Y son tan susceptibles estas gentes. En esas reflexiones te angustias, cuando te surge la pregunta. ¿Por qué pensar que la vida es algo bueno? A fin de cuentas, la vida es sufrimiento. Esas pequeñas criaturas no sabrán de zozobras ante depredadores, de buscarse alimentos, de peleas por hembras o de machos que sólo van a preñar. No padecerán hambre ni podrán perecer atropellados. Pobre consuelo. Pero, al menos, te deja dormir por la noche.

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