jueves, 17 de junio de 2010

53.

Hace muchos años, en un tomo de una colección encontrada en casa de los tíos donde pasabas tus vacaciones, leíste Los Buddenbrook, de Thomas Mann. Fue un destello que te llevó, tiempo más tarde, a La montaña mágica. Fue éste uno de los pocos libros que has vuelto a leer pasados algunos años. El recuerdo de una película basada en ese libro se enlaza en tu memoria con los pasajes de la novela. Thomas Mann se convirtió en uno de tus favoritos. Luego vino La muerte en Venecia, cuya lectura fue espoleada por esa obra genial que filmó Visconti. Mann es para ti el representante de esa literatura que, como afirmaba Georg Steiner, habla de Dios y que, por tanto, es digna de tal nombre. Y entiéndase la palabra Dios como una metáfora de la reflexión sobre lo humano y su trascendencia, haya o no por medio figuras sobrehumanas. El compromiso por la libertad de Mann, que le llevó a exiliarse de su patria y colaborar en la destrucción del nazismo, incide en la admiración que le profesas. Cuando hace unos meses viste en el escaparate de una librería una edición de sus cuentos completos, la compraste. Es una colección que incluye además novelas cortas y que ha sido traducida por los que te parecen ser los mejores germanistas españoles. La has terminado hace poco y te ha decepcionado. No te gusta Mann como cuentista. El tomo incluye, sin embargo, dos obras que sí cuentan con tu aprobación. Una es la mencionada La muerte en Venecia; la otra, Tonio Kröger. Las demás no te llaman la atención, aparte de la curiosidad por ese interés de Mann hacia los seres deformes o marginales dentro de la buena sociedad. Respecto a Tonio Kröger, ves en esa novelita concentradas las esencias del escritor. Su reflexión sobre lo humano y sobre su destino está personalizada en un protagonista poco agraciado y medio marginado durante su infancia. Con el tiempo se crea una imagen de artista con la que triunfa y de la que acaba por hastiarse. Emprende entonces un viaje por el norte de Europa que termina con una escena en la que el lector reconoce el deseo esencial del protagonista. Lo que realmente le hubiera gustado a Tonio Kröger es haber sido un burgués acomodado, como esos que frecuentó en su infancia y que eran objeto de su íntima envidia.

Thomas Mann, Cuentos completos, trad. de Joan Fontcuberta, Juan José del Solar, Oliver Strunk y Rosa Sala Rose, Barcelona, Edhasa, 2010.

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