sábado, 12 de junio de 2010

50.

¿Por qué eres como eres? ¿Por qué obras como obras? ¿Por qué sientes como sientes y piensas como piensas? ¿Elegiste tú ser de esa manera o te vino, más bien, dado por no se sabe qué designio? Si excavas en las profundidades de tu ser, encuentras la incógnita como respuesta a todo lo que indagas. O mejor, hallas una contestación en el azar. Homero tenía razón: no somos libres, sino que estamos sometidos a la conjura de nuestras pasiones, sin poder presentarles apenas una huera batalla, sin que nos quede más defensa que asumir su prepotencia. Si cambias las pasiones por los nombres de los antiguos dioses y la razón de todo por la vieja noción de destino, en cuyas caprichosas decisiones vislumbras un parecido con el azar, las cuentas cuadran y el ciego de Quíos se torna inesperadamente actual.

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