sábado, 24 de abril de 2010

31.

Homero no es un filósofo que articula un pensamiento lógico para erigir un edificio armónico y coherente. Tampoco es un lírico que nos enseña su corazón y sus pasiones, que nos revela en primera persona el contenido de sus aflicciones y sus alegrías o que, en el menos comprometido de los casos, se dedica a elogiar los triunfos deportivos de los atletas. Homero no es un dramaturgo que debe condensar, consciente y reflexivamente, en el escueto marco de una obra limitada en lugar, tiempo y acción un conflicto de intereses en los que está en juego la propia vida de algunos de los personajes. Tampoco es un historiador que se somete voluntariamente a las exigencias de la búsqueda de lo que realmente aconteció y de lo que realmente se dijo en el transcurso de las numerosas guerras que mantuvieron los griegos entre sí y con los déspotas vecinos que deseaban dominarlos. Homero es un poeta épico, ni más ni menos, es decir, la quintaesencia de todo lo dicho antes. Él es germen del que nace toda literatura.

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