viernes, 28 de mayo de 2010

45.

Había entre los libros de tu padre un par de tomos con ribetes dorados en los que el nombre de Stefan Zweig se destacaba exótico. Uno de ellos estaba dedicado a algunas de sus obras de ficción. El otro contenía ensayos sobre escritores, una biografía sobre la reina mártir María Antonieta y un libro titulado Momentos estelares de la humanidad, o algo así. La editorial te parece recordar que era Juventud, nombre que enfila su sendero y sus aromas hacia tu adolescencia. Cuando leíste el capítulo dedicado a la caída de Constantinopla en 1453 quedaste hechizado. Te atrapó esa otra manera de expresión de lo helénico, donde la lengua que adorabas se llenaba de contenidos más familiares a la cultura en la que te habías criado. La descripción del asedio a manos de Mehmet II, la angustia de los sitiados y la atmósfera de muerte entre estertores de dignidad te sedujeron. Tanto que desde ese instante el sortilegio de Bizancio encantó tu alma y a él le dedicaste tiempo y esfuerzos hasta desembocar en una traducción premiada de una de sus obras cumbres (La Alexíada de la princesa Ana Comnena) y una tesis doctoral, también premiada, en la que pretendiste ver la pervivencia de lo más esencialmente griego en la médula del Imperio Oriental. Durante mucho años, recordaste que un día como hoy, un 28 de mayo, la perla de la Cristiandad oriental, la cámara donde se guardaban en tus amadas letras griegas el espíritu y el ser de una cultura casi tres veces milenaria fue tomada, incendiada y saqueada por alguien con más vitalidad. En algunos momentos sentiste rabia. Pero es la ley de la vida. Le había llegado su momento y la incuria de los hermanos occidentales, las siempre humanas rencillas civiles, el agotamiento de un milenio se conjuraron en un final inevitable. Recuerdas el final de aquella cultura cuando ya la conoces mucho mejor que la conocías durante aquellos lejanos años de tu adolescencia, cuando ya sientes su fervor más calmado, su marea más reposada en tu corazón y su valoración como cultura más equilibrada. Con todo, este 28 de mayo revives aquellos años en los que la llegada de esta fecha te hacía volver la mirada hacia aquellas palabras escritas por Stefan Zweig, cuya potencia te marcaron durante muchos, muchos años.

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