viernes, 27 de agosto de 2010

83.

La forma en que Occidente se aniquila a sí mismo es despiadada. Las descalificaciones y críticas se introducen hasta en las menores rendijas de la vida diaria. Te dispones a ver en televisión un documental en cuyo resumen se te dice que trata sobre cómo las sociedades dividen el tiempo. Aparentemente tiene buen aspecto y alienta tu curiosidad. Pero desde el primer momento el programa es una crítica feroz a la sociedad occidental. Al parecer, en los países desarrollados estamos todos histéricos, locos, avinagrados, resentidos, depresivos, ulcerosos, apesadumbrados. Somos repugnantes explotadores e inhumanos personajillos poseídos por la pulsión de amasar toneladas del dinero. Por el contrario, los indígenas del Amazonas son felices (salvo cuando hace su aparición el hombre blanco), los antiguos habitantes de algunos islotes de la Polinesia habitaban el paraíso y las sociedades africanas moran en un espacio de libertad temporal. Pero no te extrañas. Tienes claro que la larga mano de Rousseau no sólo alcanza las mentes de los pedagogos, sino también las de la intelligentsia de Occidente. Y te viene a la memoria esa escena de la película La vida de Brian, del grupo británico Monty Python. Uno de los grupúsculos guerrilleros que pretenden oponerse al poder de Roma en la Judea de tiempos de Cristo está reunido para conjurar. El politbureau que preside el acto pregunta por qué aceptar el yugo romano, qué se les debe. Los asistentes con ingenuidad empiezan a hilar una ristra de hechos como los acueductos, la sanidad, el orden público, la extensión del comercio, el derecho y otros más. La mesa va asintiendo ante esos inocentes argumentos, aunque la lucha continúa, por supuesto. Para ser coherentes, los heraldos del antioccidentalismo deberían acudir al hechicero la próxima vez que les diagnostiquen un cálculo en la vejiga, aunque vivan en París, Londres, Berlín o Ámsterdam. Es un simple ejemplo entre otros muchos posibles. Por cierto, el documental estaba realizado por una cadena europea, claro.

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