miércoles, 21 de julio de 2010

70.

Va de citas. ¿Por qué no? Tú también estás hecho de citas. Son como ladrillos de cromosomas en el ADN de tu alma. Dejemos ahora que nos hable Luis Cernuda con su voz de viejo poeta siempre joven: En otra ocasión has escrito: "No puedo menos de deplorar que Grecia nunca tocara el corazón ni la mente españolas, los más remotos e ignorantes, en Europa, de la ‘gloria que fue Grecia’. Bien se echa de ver en nuestra vida, nuestra historia, nuestra literatura". Lo que España perdió así para siempre no fue sólo el conocer a la hermosura, tanto como eso es (y cuando por excepción busca el español a la hermosura, qué torpe inexperiencia muestra), sino el conocer también y respetar a la mesura, uno de los más significantes atributos de ella. Nadie entre nosotros hubiera sido capaz de aquel deseo de conocimiento hermoso que, en Fausto, al contemplar la faz de Helena, símbolo admirable de Grecia, su patria, se preguntaba: Was this the face that launched a thousand ships / And burnt the topless towers of Ilium? En esa faz mágica cifraron algunos pocos toda su creencia y su amor en este mundo. Cierto que la hermosura humana, según el tópico platónico, no es sino reflejo de la divina. Mas por mucho que ahí te esforzaras, no podrías reconciliar jamás la divinidad hebraico-cristiana con la hermosura greco-pagana. Y, de tener que elegir entre ambas, te quedarías, cierta y dichosamente, con ésta. ¿Imaginas en qué país hubieras nacido si el manto protector de Atenea hubiera hecho descender su oleaje sobre las mentes empobrecidas de tus compatriotas? A ellos no les mueve la belleza. Antaño les movió el humor de la sangre; hogaño, la desidia y la charanga.

Luis Cernuda, Ocnos, Barcelona, Seix Barral, 1981, páginas 159-160.

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