martes, 9 de marzo de 2010

13.

A efectos de consuelo, los griegos carecían de dioses. En momentos de su historia buscaron la manera de contar con una divinidad que los aliviara del peso de la vida y les diera sentido a sus días. Pero, en lo esencial, la religión griega no les servía más que para localizarlos en una sociedad y en un momento concreto. Por eso fueron clarividentes. Careciendo de un ser supremo que los aceptase cariñosamente, se dieron cuenta de la inutilidad y la fragilidad de la vida. No fueron más allá. Posteriormente, prolongaron a la naturaleza y al ser esa conclusión. Los filósofos se encargaron de esta tarea y se mostraron más pendientes de la coherencia lógica de sus pensamientos que de la vida misma. Los poetas, verdaderos visionarios de la realidad humana, sí fueron conscientes de esa vacuidad. Y nos mostraron la única vía de superación de la angustia que provoca la nadería de lo humano. Su respuesta fue la dignidad. Contra los designios de esos dioses casquivanos e inconscientes, que es lo mismo que decir, contra las miserias de la existencia humana, sólo te queda apretar los dientes, levantar la cabeza, mirar de frente a la ruina y perecer con dignidad. Esa es la más trascendente de las enseñanzas de tus viejos griegos.

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