viernes, 1 de julio de 2011

326.

Estampas andaluzas
Ella es una persona cercana a ti. Su hijo tiene algunos problemas. Nada serio, pero lo suficientemente molesto como para hacerla chocar con orientadores ignorantes y maestros de almas chamuscadas. El diagnóstico es fiable y el tratamiento está modernamente más que establecido y garantizado. Ella no tiene apuros económicos. Su marido gana un buen sueldo para lo que es la media en el pueblo y ella tiene una tienda. No están para tirar cohetes, pero sobreviven bien en medio de la ruina envolvente. Como es una luchadora, no ha parado de moverse para mantener a flote la barca vacilante de su hijo contra la incuria burocrática. Ha entrado en contacto con asociaciones, participa en reuniones y congresos. Sabe más del problema que ese pedagogo adocenado al halla con frecuencia medio dormitando en su despacho. Ha creado una asociación en el pueblo y más de una madre se ha unido, desoladas por el yermo en el que combaten las adversidades con que la naturaleza las ha visitado. Necesitan dinero. Y como es lógico, van al Ayuntamiento. Están al corriente de que allí de vez en cuando sacuden las arcas y reparten dádivas. ¿Qué mejor fin para ese dinero que su asociación? Las recibe el alcalde, les sonríe, les dice que algo les puede dar. Pero pone una condición: tienen que contar con las cofradías. Lo que sea, pero que aparezcan por algún lado. Ella se va molesta. No le gustan las cofradías. Pero algo tendrán que inventar. Necesitan dinero. En el regreso a casa, sabes que en su mente sólo le daba vueltas el colorido chillón de ese cartel electoral de Izquierda Unida que flameaba en el despacho del alcalde.

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