sábado, 13 de noviembre de 2010

139.

Don Ramón Carande y Thovar fue un reconocido Catedrático de la Universidad de Sevilla. Su campo de estudio se centró en la historia económica. Escribió entre otros muchos un libro magistral, Carlos V y sus banqueros, obra de culto entre los estudiosos. Hombre perteneciente a esa minoría ilustrada y europea que pudo ser, y no fue, la élite que hubiera convertido España en algo mejor de lo que era y es, si la hubieran dejado. Lo conociste ya bastante anciano, allá por los finales 70 del siglo pasado. Era el profesor melena blanca, gafas amplias, pipa sempiterna, sonrisa no menos sempiterna, bastón y paso largo por los llanos trotaderos de Sevilla. Fue gracias a una de sus nietas, compañera en la Facultad y primer amor de tu vida. Le gustaba a Don Ramón rodearse de jóvenes y vosotros lo observabais con ese tipo de devoción que entre determinados personas levanta la presencia de seres intelectualmente superiores. Un atardecer, estabais en un bar. Los cafés se desperdigaban por la mesa. El maestro hablaba y vosotros escuchabais. Aparecieron entonces dos muchachas que resultaron ser conocidas de uno de vosotros. Eran alemanas, rubias, bellas y espléndidas. Eran también alumnas en la Universidad. Don Ramón se les quedó mirando con ese rabillo malicioso propio de quien no sólo degustó los encantos de la investigación, sino también la compañía de hermosos ejemplares del sexo femenino. "¿De qué parte de Alemania provienen, señoritas?" preguntó el sabio. Ellas respondieron entre sonrisas nerviosas que de Heidelberg. "¡Oh!" replicó Don Ramón "Yo conozco Heidelberg. ¡Qué ciudad tan hermosa!" Más risitas trémulas de las Valkirias. "¡Ah, sí! ¿Y cuándo fue?" Don Ramón respondió con una oceánica naturalidad tras aspirar de su pipa: "En 1911." Todavía recuerdas el gesto de las germanas ante aquella declaración. No sabes qué les pasaría por la mente, pero a ti se te antojó que sólo le quedó añadir: "Y una noche cené con el Kaiser."

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