martes, 9 de noviembre de 2010
135.
Alemania puede ser el prototipo de ese espíritu europeo sensible tanto para las artes como para la guerra. Perfecta en su desarrollo técnico para construir y para destruir. Sabia hasta la cima para lo bueno y para lo malo. Heredera de las fuentes primigenias de lo europeo tanto como dispuesta a innovar en cualquier dirección. Laboriosa y organizada tanto como ciega y obstinada. Hasta que terminó la II Guerra Mundial. Entonces, derrotada, emprendió el camino de la regeneración y, fiel a sus raíces, se ha encumbrado a la prosperidad y a la libertad. Alemania, europea hasta la médula, donde lo peor y lo mejor del espíritu del Viejo Continente tienen su asiento. De este modo, vuelves a Stefan Zweig, alemán de lengua, europeo íntegro como sólo un judío austríaco podía serlo, orgulloso de sus raíces dobles, suicidado en una tierra extraña y lejana por culpa de los excesos de sus patrias. Después de tanto desastre y de tanto campo arrasado, de tantas lágrimas y tanta desesperación, no te extraña que Europa se sienta exhausta, incrédula, abatida moralmente y pusilánime. Debes comprender que pocos pueblos en el mundo pueden tener en su memoria colectiva tanta experiencia del miedo como tu querida Europa. Y el miedo, como bien sabes, paraliza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario