Los budistas afirman que el vacío no es la nada. Tampoco el nirvana es un estado de total aniquilación. Rara interpretación que parece obviar el significado originario de esta última palabra que, dicen, es “extinción”. La extinción del fuego de la pasión por vivir, añaden. Curiosamente, son aquellos que proceden de la tradición occidental los que más se aferran a esta interpretación, como si aún guardasen el pánico a la nada que muestran el cristianismo y la tradición grecorromana. A los que han nacido y se han criado entre los sutras y sus contenidos, la nada no les asusta. De este modo, cuando se acercan al pensamiento occidental, ven claramente que el vacío es la nada. De ahí esos filósofos de la nada con que James W. Heisig califica la escuela de Kyoto. Uno de los libros fundamentales adscritos a esa escuela se titula, precisamente, La religión y la nada. Su autor es Keiji Nihitani. No crees que la conclusión pueda ser más clara.
(Notas: James Heisig, Filósofos de la nada, Barcelona, Herder, 2002; Keiji Nishitani, La religión y la nada, Madrid, Siruela, 1999)
viernes, 5 de marzo de 2010
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