miércoles, 27 de enero de 2010
1.
No hay números en este libro, salvo los que te indican el orden de los párrafos que, como ladrillos en un muro, van construyendo el edificio de la obra. Las cuentas a las que se refiere el título son las que te haces para poder cuadrar el saldo de tu vida, intentando ajustar las cifras en rojo con las que están inscritas en negro. Tampoco se cierra el libro con la última página. Hay otro libro de cuentas que se abre y se cierra en tu alma cada anochecer, al que no le dedicarás ni una letra, ni siquiera un número de párrafo. Sólo tus pensamientos leerán el texto, entregado a la ortografía de tus obsesiones, al léxico de tus esperanzas y a la sintaxis de tus frustraciones. Al final, tanto éste que escribes, como ese otro que se hundirá en el fragor de tu cerebro, te temes que precisen más espacio en la columna de rojo que en la otra, la que trazas con ese negro imaginario. Que no decaiga tu ánimo por este hecho. Todos los libros de cuentas de todos los seres humanos presentan idéntico aspecto. Y ya sabes lo que se dice: mal de muchos, consuelo de avisados.
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